Imagen cogida de la red
CUADERNO IRREEMPLAZABLE
Absorto, frente al punto de
partida, el cuaderno irreemplazable de los trenes;
cada rostro y sus ansiedades en
la memoria, las ruedas de la caligrafía girando
alrededor de las uñas del viento.
No he cambiado de cobija, ni de cementerio:
no he cambiado este cansado
País; en las alas se hunden los
dientes de las osamentas,
la cuchara de los miedos, el
lamento de sal en el invierno de los ojos.
Tantos nombres escritos en el
cuaderno de la pobreza: uno no aprende a vivir
cada día sino a morir, desde la
rosa de barro del hambre, las fotografías
del mundo colgadas en cada página
del pez que galopa en la noche.
En las crines de las viejas
alcantarillas del aliento, las palabras
y sus jerarquías
descomunales, los supuestos que
memoriza la mesa,
y esos extraños designios de la
máscara.
No existe otro cuaderno, sino
esta acumulación de tiliches de las semanas:
el cansado fuego de las estatuas,
los ascensores extensos de la oscuridad,
el desalojo insondable de las
flechas,
o la nada que nos da su ponzoña
de espejismos. Siempre quema lo imposible.
—Vos sabés de toda esta penumbra
de los espejos.
Sabés de todo el polvo que ha
acumulado la escritura, sabés de los centenares
de bocas y fríos que juegan a las
canicas y los brazos.
(Por mi parte, pienso que el cuaderno de la noche me es fiel: el
tul de las calles
cabe en los huecos de mi aliento.
de sol a sol, tanteo en las paredes)…
Barataria, 11.VIII.2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario