Imagen cogida de la red
SÓLO INSTANTES
Por un instante el cadáver de los
recuerdos, esas extrañas preguntas sin respuesta
que avanzan en el absurdo de
las certezas.
Moriré sin duda, en las esquinas
del aliento, junto al árbol seco de las promesas,
tímido, con ciertas paranoias,
caminando sobre los agujeros de los sedantes,
vívido de delirios donde las
horas engordan de sangre como un matadero.
Con toda esta piel oscura de los
días envejecidos, me devuelvo a ciertos pájaros,
pero sólo encuentro polilla y
andrajo.
De las palabras y las promesas,
me pierdo en el desamparo.
Ante cada instante el drama de
los espejos, la canícula y los días petrificados;
no hay perennidad salvo los
purgantes y ciertos atrios disfrazados.
Siempre llegamos al mismo punto
del pantano sin haber amanecido, sin ser.
Siempre quise emprender un viaje
de luciérnagas y trenes donde nadie camine
oscuro, ni atraviese con miedo
las calles.
Debajo de la tierra es imposible
entender la caligrafía de los muertos,
el pretexto de las lámparas o los
espejos, los silencios consensuados, la carencia
de una buena ortografía en el
follaje.
(Alguien hallará en los parajes de la historia su propia
respiración: vos,
ya no de rodillas frente al mundo. No en el laberinto de las
promesas fallidas.
Nunca a prendí a leer el lenguaje de los abismos, ni la sombra de
los antiespejos
sin brújula y sin contagio.)
Nadie limpiará mis ojos, ni
lavará mis pies, sino esos trocitos de esperanza
que todavía perviven en el
olfato, o en la profundidad del musgo.
Barataria, 17.VIII.2015
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