En el escalón del frío, los espasmos; entre borbotones derramados
de cielo, las túnicas largas de las puertas, el murmullo atascado
en la garganta, la linterna en el atrio del suspiro, el portal del suspiro
con aire de huida; debajo de la lengua, juega el aire a silbidos,
tiemblan los caminos quebrados de las ventanas, la luz me pierde...
Imagen de André Cruchaga ( Redondel 25 Av. Norte, San Salvador)
LETANÍA DEL VÉRTIGO
abro los ojos, para no ver reseco el árbol de mis sueños,
y bajo él, la muerte que me tiende la mano.
JORGE TEILLIER
En el escalón del frío, los espasmos; entre borbotones derramados
de cielo, las túnicas largas de las puertas, el murmullo atascado
en la garganta, la linterna en el atrio del suspiro, el portal del suspiro
con aire de huida; debajo de la lengua, juega el aire a silbidos,
tiemblan los caminos quebrados de las ventanas, la luz me pierde
en el reflejo del peltre, en las manos no caben las sonrisas dibujadas,
ni los sentimientos amargos que juegan a alacena, capaces
de cambiar mis ojos. De rodillas frente al mundo, la lengua cansada
en la ciénaga del cielo, una letanía de puños que alguien colecciona
con cierta ansiedad. La oscuridad onírica de la razón suelta recetas
ineludibles, y fantasías de arcaicos equinoccios.
Camino, hoy, entre depredadores de cuerpos y mentes:
todo el corpus del viento, hace su periplo de río remoto, de riguroso
escenario para las negaciones, hurga la esquirla, la oscuridad
del insomnio en el alma, las páginas de la ciudadanía disueltas
en la caverna, en cada desaliento que trasnocha en su circular oleaje.
Me atrevo a desafiar el vértigo cada noche
Sobre la página acumulada en la memoria: hay ruidos de vehemente
letanía, ilegibles cadáveres, ambigüedades que me dan la sensación
de una letanía interminable. Este tiempo ha metido muchas aguas
en mi bolsillo, que de pronto pesa cada odre, como una piedra postrera
amarrada al pliego de mis poros.
Suelo contar las palabras de los periódicos
como quien cuenta las canicas tiradas sobre las losas:
siempre hay razones para jugar o para llenar pañuelos en medio
de la incertidumbre; vivo en esta Patria efímera de mis propias
resistencias, aquí, hasta el caos muerde mis testículos,
la cotidianidad de cada fisura, los instantes que giran reiteradamente
sin decir nunca adiós, porque siempre se quedan en el oído
como hojarasca penitente.
(El polvo que atiza mis pupilas es fiel reflejo de la desnudez
abierta de la respiración: desvive la sombra en su tinaja de huesos,
la falta de luz para mirar las calles, las largas sábanas
de luciérnagas opacas, la medianoche coronando los tejados
entre paredes de hambriento escalofrío.
Aquí siempre el vértigo y la náusea, las fosas disfrazadas de garganta,
los mendigos esperando un milagro,
los sueños florecientes del vinagre, el purgante de la embriaguez
mordiendo el grito en los ceniceros. Se hunden mis ojos en la campana
ciega de la sordidez: cada vez se acentúa el atrio de las letanías,
cada vez, --vos y yo--, en medio de la manteca de cuche de la noche,
en la ceremonia cuesta abajo de las almádanas,
en esta carne de las semanas sin posibilidades de respiro.)
Barataria, mayo de 2011
2 comentarios:
Estimadísimo Poeta André Cruchaga:
Imágenes de vértigo tratándose de esta fina "Letanía del vértigo". Felicidades por hacer que la poesía -la tuya- remonte, salga de las palabras y le salpique a uno el alma!
Abrazos fraternos en Amistad y Poesía verdaderas,
Frank.
Es un honor qurido poeta que visites este blog y que, además, me hagas saber tus impresiones.
Te mando mis mejores parabienes.
André Cruchaga
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