Cada quien, entonces, a través del camino inminente de la bruma,
la piel en los caballos de la ausencia, buscando el hambre
en la salmuera de la flama, inventariando los caminos del sollozo,
mudando la piel de la muerte. (Siempre es así cuando se persigue
la sombra de los recuerdos en las repisas de la alacena,
palabras insoportables, dislocados poros de la arquitectura.)
INVENTARIO
You used to say live and let live
(You know you did, you know you did, you know you did)
But if this ever changin' world
In which we live in
Makes you give in and cry…
WINGS
Cada quien, entonces, a través del camino inminente de la bruma,
la piel en los caballos de la ausencia, buscando el hambre
en la salmuera de la flama, inventariando los caminos del sollozo,
mudando la piel de la muerte. (Siempre es así cuando se persigue
la sombra de los recuerdos en las repisas de la alacena,
palabras insoportables, dislocados poros de la arquitectura.)
En los terrones de la noche escarban doblemente las sombras;
el andar sin palparse, casi contando la dentadura inexistente,
los ojales del escalofrío,
todos los juegos del desparpajo sin reparo,
la temperatura a Celsius en cada uno de los poros, uno a uno
hasta contar espejos de sal, noches con nombres de ensimismada
indiferencia, hojarasca en la recta final de las calles.
Es como haber permanecido inmóvil tanto tiempo en el ojo fijo
del páramo, en el costado de la sospecha de la arena;
quizá el juego era una carrera de relevos y había que olvidar,
pronto, los dedos alargados de la historia.
—Algo es cierto: el esmalte lo borra el sudor de los zapatos; algo dice
adiós a la ropa agotada,
al ala oscura del filo del horizonte, al nudo que sostuvo la boca
del sol mientras llegó la noche, el puño del calendario rompiendo
las palabras: ese juego de doble cara de las inquisiciones corporeizadas
en la lengua, en cada juguete brusco del invernadero.
Inventariar nombres y ausencias, quizá agudice el otro yo ensimismado
provisto de recuerdos: calles subiendo a la memoria,
alforjas con palabras nocturnas,
manteles y otros tiliches del invierno.
El pensamiento es así y no cabe, por supuesto, en los dientes,
en cada imagen íntima de los frutos caídos, a veces tetelques,
en la raíz herida de la desnudez decadente del aire: aún así, el ojo
transita sobre la piel del pájaro,—en algún momento cuento
los días festivos del calendario, los asuetos,
los panales de labioso alfabeto: hago recuento de todo. De todo.
Es seguro que algo quede olvidado: adónde ir, después de todo,
con tanta ausencia, agotados dioses en la saliva;
adónde quedarme, consumida la fogata y la brasa,
el imaginario derrumbado a almadanazos, la piedra sobre la tiza
puesta en el labio tartajo del desplome.
He inventariado, también, los crepúsculos, por si acaso.
El portal de los labios, las páginas espesas de la trementina,
las paredes de adobe del pecho, tanta mirada desvencijada
en los parques, junto al pino dislocado de la claridad.
(En otro lugar ordeno las fotografías de las pupilas, los pómulos
Del susurro, el arpa de los dedos, el termómetro del cierzo.
Y en otro lugar las estatuas para que las cubra la intemperie.)
Barataria, mayo de 2011
2 comentarios:
Apreciado Poeta:
Así los balances de la vida, no hay cuentas perfectas, por más que se trazan las reglas establecidas. Sacando cuentas de los daños y los sinsabores, las desveladas de las sonrisas que brincaron las bardas y el lenguaje intrépido de la soledad. Al final quedamos con las manos abiertas y los bolsillos repletos de monedas por canjear.
Siempre, André, el placer de abrir esta ventana y aspirar el aire puro de tu palabra.
Un placer asistir a tu Inventario.
Te dejo un beso.
Saludos.
Marina Centeno.
Pues sí, Marina, se trata de hacer, de ven en cuando esa rendición de cuentas de la palabra; y vaya, no siempre se sale ileso, algo falta o algo sobra para estar al día con el vuelo.
Un abrazo agradecido.
André Cruchaga
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