Es piedra, hoy, el cuerpo certero de la alegría: adusta forma
de la trama, hilacha del aire rodando en los brazos. Olvidamos
la piel del cierzo y calcinamos los puntos cardinales hasta que la luz
dejó de ser hacendosa fogata.
Quemamos la diurna hora de los caminos; ahora la ceniza hace
lo suyo: al perder la alegría, la medianoche nos cae como agua fría,...
Fotografía Lázaro Aguirre
ALEGRÍA OLVIDADA
I'm getting buried in this place
I got no room, you're in my face
Don't say anything, just go away…
APOCALYPTICA
Es piedra, hoy, el cuerpo certero de la alegría: adusta forma
de la trama, hilacha del aire rodando en los brazos. Olvidamos
la piel del cierzo y calcinamos los puntos cardinales hasta que la luz
dejó de ser hacendosa fogata.
Quemamos la diurna hora de los caminos; ahora la ceniza hace
lo suyo: al perder la alegría, la medianoche nos cae como agua fría,
sin la posibilidad de volver a los jardines absolutos
a los diáfanos nidos del respiro, a los secretos que da la claridad.
Hoy que la tormenta ha revelado su presencia triste, los pañuelos
afirman sus faenas, dan forma al facsímil de la sal, transcriben
las mayúsculas desordenadas de las palabras,
salta el estertor como un Lázaro entre nublados tiestos;
el embudo de los encajes desgarra las miradas, oscuras risas
de piedras astilladas como espuelas de un jardín de ixcanales.
En el trajín de los fermentos cotidianos perdimos la alegría:
hay vinagre en la boca como relojes desvencijados, memoria de días
inválidos, ventanas de ahorcadas faenas,
campanas de sosegada sospecha. Ahora sólo el rumor aflora
de manera insoportable, múltiples monotonías líquidas, dan paso
al rastro de las paredes pintadas con antorchas.
Ahora la travesía ofrece personajes mortuorios y lecciones de páginas
inciertas; nos sorprende el universo con su bruma convertida
en cancionero, con toda su arqueología de puerta olvidada.
(Ahora daré a los pájaros mi aliento: el aire donde empiezan
los secretos y recuerdos, a ser luz. Suben las ramas del sonido,
rauda la montaña de la clarividencia, instante donde mayo se pronuncia
hondo, la Siempreviva del calor en las palabras,
los brazos fatigados dejan su crepúsculo: suenan sobre las aceras
los pasos de los transeúntes,
la luz es blanca en el aliento, la luz es pasión del parpadeo.)
—Indudable fue la noche entre matorrales.
Maderas ciegas, insaciables de oscuridad, ríos de ardorosa espuma,
cayeron en las manos como arena desmoronada,
agujeros con destapado hollín, espejos de lentos suspiros,
ceniceros grises donde jugaron las libélulas sus últimas alas.
En qué momento la sombra del olvido, perdió la alegría, la escalera
de la risa, la puerta confiada de azules,
la apetecida ola, mar verde del aire en la ropa?
—Simplemente, la sed perdió su plenitud de extensión pura.
Y la verdad, no quedan ojos para sostenerlos en las manos; no quedan
no quedan manos para amasar la frescura, ni sazones de condimentos,
acaso, sólo lenguas envejecidas por el tráfico,
honduras que la noche subleva a fuerza de memoria.
olvidamos cuanto los brazos tienen de follaje: y hemos comprobado
que sobre la piedra, hay fugacidades como el instante de las pupilas,
como la tarde breve de las acuarelas…
Barataria, mayo de 2011
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