De pronto se hace necesario guardar en el álbum del viento,
todas las hojas de otoño, los distintos destinos del rocío, la linterna
de la aurora en la almohada, cuando la oscuridad, toda,
se ha vuelto País. A menudo es necesario, para seguir viviendo,
inventar fotografías, ilustrar las palabras al óleo,...
Flor de Mayo, imagen tomada de la red
ÁLBUM DEL VIENTO
Take a walk with me
And everything will work out fine…
THE DOORS
De pronto se hace necesario guardar en el álbum del viento,
todas las hojas de otoño, los distintos destinos del rocío, la linterna
de la aurora en la almohada, cuando la oscuridad, toda,
se ha vuelto País. A menudo es necesario, para seguir viviendo,
inventar fotografías, ilustrar las palabras al óleo, leer en clave
pendular el sigilo, hasta anticiparnos al caos que vendrá después.
Ninguno está ileso por más amor que se le tenga a este País:
los tizones son de muerte y también de olvido,
desgarramiento de calcañales en la calle, fuegos no tan artificiales,
noches con el sentido único del disfraz,
largos ojos quedados en el rectángulo verosímil del espejo:
(sólo así perviven los recuerdos, aunque haya tiempos de sepia
que consuman cada bodega del firmamento;
al final, lo único que preservo es mi propia memoria, sin olvidar claro,
toda la herrumbre que cayó en mis calcetines,
todas las puertas que cerró el tiempo, todas las mesas sin manteles,
las calles solitarias, los andenes amotinados de sombras,
el aliento que se volvió una moneda de peces muertos,
las baratijas que arrojó en mi rostro la indigencia)
por lo demás, sigo aferrado buscando ventanas.
De pronto hay en el viento cierta religiosidad, entusiastas mendigos
de la fantasía, nostalgias como campanas resguardadas:
la habitación de cada fotografía me devuelve otros instantes idos;
el viento que no descree el pino de mi hálito, la antigua obsesión
por los mediodías, la íntima libertad sin los escombros de siempre.
El viento es una historia de metáforas,
por ahí, cabalga el caballo de los balcones, la fronda del recuerdo,
los rastros del vuelo que hendieron el pecho, las acrobacias
del lenguaje en la tormenta, la hipérbole de la querencia que luego,
volvió carbón toda la sintaxis, la luna colgada del arnés,
la alegoría en la onomatopeya, espuela impávida en el rostro:
en cada atardecer, procuro vivir lo que muere, desnudar el vinagre
de la olla de barro, pestañear frente al zumo de la cebolla,
el limón mordiendo el paladar,
los días contados de la albahaca en la sábana de la mordida,
porque, cierto, el viento no da tregua con su cuerpo de metal
transparente, la preterición que no atenúa las ironías, la fosa
común de todos los santos: me quedo estupefacto frente al templete
del sexo, sin conminaciones ni reticencias, ni la oblicuidad
de las deprecaciones. Así armo el álbum del viento, son mis anteojos,
los peones de poner la piedra en su lugar, —el martillo y los clavos
del acertijo, la abadía del aire en el ombligo,
el color a prueba del tiempo, los peces desvelados de la linterna,
y esta rigurosa construcción del susurro…
Barataria, 02.V.2011
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