domingo, 22 de mayo de 2011

CLAVES DEL DESÁNIMO


Ando en este viaje, sin hospedajes, ni itinerario, sin provisiones
y sin aliento: qué clave tiene la puerta de los invitados para caminar
 alrededor del fuego, sin pensar en el desvarío de los pañuelos;
en el cenicero donde ya no caben las colillas del desánimo,
ni es posible subir al palo encebado de las escaleras en pleno invierno...
Imagen de André Cruchaga





CLAVES DEL DESÁNIMO




…y cuando la peste hacía los más terribles estragos,
el príncipe Próspero ofreció a sus mil amigos un baile de máscaras
de la más insólita magnificencia.
EDGAR ALLAN POE




Ando en este viaje, sin hospedajes, ni itinerario, sin provisiones
y sin aliento: qué clave tiene la puerta de los invitados para caminar
 alrededor del fuego, sin pensar en el desvarío de los pañuelos;
en el cenicero donde ya no caben las colillas del desánimo,
ni es posible subir al palo encebado de las escaleras en pleno invierno
 galopante, cubierto de arañas el horizonte, campos, tumbas,
muebles desvencijados, niños justo en el límite de las hormigas,
con candados la campana del bosque,
el hacha dejando sorda la sangre, la fronda de los ojos en las alambradas,
 el futuro en los libros de la duda, los peligros que acechan
la casa con centímetros de huesos. Hay por lo tanto,
un mundo incierto que veneramos en las postrera sustancia
de las quebradas; noticias inservibles, pañuelos rotos,
rutina de sombrillas negras, alcantarillas en las hortalizas,
viejos puentes de sal, merodeando el taburete donde la impudicia
hace de las suyas, como la simetría caótica de los vendavales.

En la lección de matemática, nunca aprendí la duración del semen
en un planeta de banderas inciertas; de hecho lo descubro
cuando el País se baña con sangre de chamanes,
mazmorras de implacables noticias, mostaza al gusto para darle color
a la alegría, dildos para hacer más duradera la penetración,
imágenes obedientes del pueblo de Dios, con el diezmo efímero
de la gloria, hasta enervar la calvicie del calendario,
cualquier conciencia que habite en los espejos hasta quebrarlos
con la breña de las muecas.

( A menudo es solo cuestión de tiempo para conocer los otros misterios
de la caja de Pandora; el vaso vehemente de esquirlas,
el deslumbramiento de los cuchillos en el justo camino de los desafíos:
a mitad de la embriaguez, se siente la tirantez de las enredaderas,
los libros que nunca llegan con aire fresco a sus destinatarios,
el polvo andado al filo del pozo macabro donde escala la alegría
embozada de pira u hormiguero. )

Tampoco se puede distinguir el color de las paredes,
cuando éstas son abigarrado bagazo de la caligrafía; cuando la saliva
ha aflorado desde la entraña y el cuerpo queda como un litoral
desafinado por la arena. Témpano de voces en aguas negras.
El País, es una vitrina de espinas: a más días y calles,
mayor la indiferencia; relucen los afluentes de los vertederos,
el despojo asimila nuestra sangre, intactos pasamos a la recámara
del hambre, a la oscuridad sin vados de la piedra;
nos es propicio amanecer en medio del humo con una demencia
que sólo es posible descifrarla con las claves del psicoanálisis:
la paranoia nos come en sus alterados balcones de invernadero.

De seguro en los próximos días, la lluvia de escapularios será agobiante:
tanto como las salas de pornografía de la mendicidad.

Barataria, mayo de 2011

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