Sobre el aliento, los días de la bruma, la desnudez de los bambúes,
la gelatina de los huesos, los dedos amargos del luto,
el agua decaída de los olores, los labios muertos de las iglesias,
el lamento de las cicatrices como un océano seco.
SOBRE LA DESNUDEZ, LOS DÍAS INCIERTOS
Anterior a tu cuerpo es esta historia
que hemos vivido juntos
en la noche inconsciente.
JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD
Sobre el aliento, los días de la bruma, la desnudez de los bambúes,
la gelatina de los huesos, los dedos amargos del luto,
el agua decaída de los olores, los labios muertos de las iglesias,
el lamento de las cicatrices como un océano seco.
Los días son inciertos en cada papel higiénico de la fatiga,
en la multitud de las arañas con su neutralidad de fuego:
las calles retorcidas del suspiro, muerden las ventanas consumidas
de los párpados, el verde de los poros,
el celofán de la saliva, la puerta morada de las túnicas
con sus meses de hollín y purulencia, con sus trapos de estación
seca, humedad del filo amargo de las abejas
en la bodega de los sueños.
Antes, encendí el candil frente a la Santísima Trinidad de todos
los días, —hubo sabores desinteresados de polen y mariposas,
manteles sin luto, relojes cobijados de lunas,
y hasta palabras de aire, leves, ojos sin verdugos. Ahora el tiempo
hace de las suyas, con todos los gérmenes de las sábanas,
con la promiscuidad sin antisépticos,
con calcetines carcomidos por las luciérnagas, brebajes de hurañas
ventanas, cuerpos sumergidos en la ceniza.
Sobre la desnudes están todos los días inciertos del recuerdo:
el granero de la sangre en el taburete de la espera,
las escobas trituradas del paraíso,
los cuerpos soterrados, sin bodegas ni escaleras, sin telegramas
con armónicas, con los fantasmas decapitados por le boca.
Con todos los cementerios en la colilla del cigarro y los huesos
en las persianas, es necesario, elaborar nuevos sellos postales,
buscar en el menú de las sienes, nuevos augurios: la medianoche
ha terminado: aún hay días sin afeitar, días donde colgar la cábala
de los abuelos, los juguetes cósmicos de las vísceras,
el perfume contemporáneo de los rascacielos,
el lecho de cuarenta días sin parálisis, el imaginario sin herrumbre,
el mar con lengua líquida,
la fantasía de caminar sin golpes, ni adustas uñas de gladiador.
Por fin hay semanas de rocío, historias conscientes, rincones
de relámpagos, calles con ventanas, animados paraguas de pureza,
almendros con la certidumbre de la sombra.
Sobre la desnudez, estuvo antes, el hambre del sueño compartido,
la ensalada de la ilusión, la sinfonía de la llama:
—ahora es sólo memoria el surco y la semilla. Pero, sobre ese plumaje,
a veces adusto, se yergue otro clamor con menos sombras:
el futuro que siempre está en el umbral del zodíaco.
Barataria, 16.III.2011
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