jueves, 3 de marzo de 2011

AHORA EN LA NIEBLA, LLUEVEN NOCHES


Llevamos vacas flacas en la mano y niebla en el pulso de las pupilas.
Llevamos noches de caballos, lluvias cruzando los silencios,
—difíciles noches como cardos en los poros.
Cuando la espina oxida la piel, declinan las campanas, la geografía
rural del atardecer, la ruta del sueño que fenece,...



AHORA EN LA NIEBLA, LLUEVEN NOCHES




I looked to everybody but me
To answer my prayers
Until I found an angel in the bathroom
Who said she didn’t see anybody who was saving anywhere
And the blind man said, ’simple... like flipping a coin –
STING




Llevamos vacas flacas en la mano y niebla en el pulso de las pupilas.
Llevamos noches de caballos, lluvias cruzando los silencios,
—difíciles noches como cardos en los poros.
Cuando la espina oxida la piel, declinan las campanas, la geografía
rural del atardecer, la ruta del sueño que fenece,
en la noche postrera de la mortaja: a pesar de los trenes que van
y regresan, el vagón de los ojos se ahoga en el matadero de los días,
pájaro negro sobre el cirio,
cántaro roto de la leche en los pezones donde merienda la hoguera,
el reloj en puntillas, sediento como una audiencia infalible,
proclive a la saliva de las banderas, —aparecen los relojes sin playas
de azúcar, planisferio en noche de pañuelos,
elefantes pasando por el ojo de la cerradura, ojos sin alfabeto,
niebla de jardines inhóspitos,
faroles como acuarelas desvanecidas en el cuello de la saliva,
mapas sin brasieres sobre la sombra antigua de los camellos:
lleno de abejas el fondo primitivo del calendario, anego de grises
el infierno, esta tierra de inútiles litorales.
Acaricio el cuarto de baño del minuto, —resucito al olor de los encajes,
a la hora negra de los cementerios,
cuando los pájaros, también, buscan el escondite de la hoja,
el tapiz del misterio cabalgando en los vidrios de la ventana.
Llevo días de humo en los hombres: alrededor hay siglos de crepúsculo;
mariposas en el harapo del calendario, pesebres de limonada,
reyes que caen a la hora cero de las candelas,
tras el motín caliente de los turbantes:
vivimos la más pesada vendimia de la arena, ondula el pulso
del minuto sobre la ceniza de los pergaminos: hay dientes en el sueño,
oscuras lunas, ahogadas sombras y números,
esqueletos tuyos de aquella fotografía que la noche deshizo
como espadas en la escoria de un cielo donde brotan solo huesos.
(Nada guardamos después de toda esta memoria de ausencias:
en la hora oscura, hay alegrías estériles, frondosos azadones
de oscuridad, donde se hunden ojos e ideas; donde el oído es inaccesible,
y la roca hereda la carne.
Ahora ya no conozco otra oscuridad, sino las cuatro paredes
De esta herida: vos, sin volver al arco iris, sino a la lápida donde
Las palabras pierden toda su transparencia, —pierden el valor
De uso de la transparencia…)

Barataria, 03.III.2011

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