Huésped de las campanas cuando éstas, lamen el pétalo de la voz;
el árbol del hambre, al cabo, no la ceniza sino la Esperanza,
con todo el arco iris del pecho. Con todo el estertor del sonido
en las lanzas de la sal, furiosas de sed, de aire, de alas:
—en un instante quebramos las aguas del escapulario, la tierra
del moho, la lengua de la sábana con sus olores confusos,...
PLAYA EL ESPINO, EL SALVADOR, FOTO DE ANDRÉ CRUCHAGA
ARDE EL PÉTALO EN LA LANZA DEL SOL
I'm standing in your line
I do... hope you have the time
I do... pick a number too
I do... keep a date with you…
NIRVANA
Huésped de las campanas cuando éstas, lamen el pétalo de la voz;
el árbol del hambre, al cabo, no la ceniza sino la Esperanza,
con todo el arco iris del pecho. Con todo el estertor del sonido
en las lanzas de la sal, furiosas de sed, de aire, de alas:
—en un instante quebramos las aguas del escapulario, la tierra
del moho, la lengua de la sábana con sus olores confusos,
a veces las manos a la orilla del agua,
las longitudes maduradas del sueño, los caballos de fuego
que de pronto nos llevan al sigilo, a la piedra delirante de los ojos,
a la cama de las arañas donde el sol vacila en su invierno de luz.
Arde todo: la madera, los utensilios de los sueños,
la extraña caligrafía de la ceniza,
los gatos del insomnio en pleno mediodía, cuando nos resistimos
a la noche diurna, al cuartel del verano con todas las arenas
movedizas del sudor: estrépitos zumbando
como moscas en embarcaciones cerradas por el instinto de sobrevivir
dentro de anaquel, del ombligo al tórax, las palpitaciones,
los labios de las tejas sedientas,
el cuerpo de las palabras, obscenos arrecifes, sin ropa después
de tantos poros alucinados, después de persistir en los muslos,
cuesta abajo del animal perpetuo en las ancas abiertas del manubrio.
Caminamos largos días de paredes pintadas por el grafiti,
luciérnagas agrupadas en la fibra óptica del instinto,
trompetas con gallos amarillos,
sombras amarradas al polvo de la memoria, horizontes con sus propias
honduras, aguas de ardiente alacena,
ahora tan ciertas como el perro callejero de mis veredas, extraños
fuegos a quemarropa del kilómetro,
ansias ciegas en el ala del tiempo, en el confeti de los ascensores,
en la humedad del traje, la garganta del color exasperado,
en la frazada solar de los trenes, los muelles, los aparcaderos.
(Somos así de simples. Simples ramas de la sonrisa. Gajos de desnudez
Apocalíptica, raíces en los nudos del azúcar,
Vocación de perennes zapatos, cuerpos con las palabras de este
Extraño mundo: universos que vacían la soledad en los labios,
En la necesidad roja de la hora,
En los juegos terrestres de los dientes: ahí golpeamos el ruido
De los sueños, la humedad verde de la ola, la orilla del frío,
La herida circular del grito, con su bodega de sastrerías…)
Barataria, 19.III.2011
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