Detrás del ojo las hojas ciegas de las telarañas. El aire neutral
de la risa, los trenes de la noche en el aroma de la ceniza:
los días desiguales del suspiro, las grúas de las enredaderas
colgando del minuto, de los secretos utensilios del espejo.
PASIÓN DE LA OSCURIDAD
…Hay fatales
silencios... Se oscurecen los cristales;
y se esfuma la luz en un suspiro,
temblando sobre el pálido…
FRANCISCO VILLAESPESA
Detrás del ojo las hojas ciegas de las telarañas. El aire neutral
de la risa, los trenes de la noche en el aroma de la ceniza:
los días desiguales del suspiro, las grúas de las enredaderas
colgando del minuto, de los secretos utensilios del espejo.
En cada oscuridad, la espada de las piedras; la infinita niebla
de las llaves, la harina de la pasión hecha silencios:
el tiempo nos mete, cada vez, en el latido de la tierra,
la noche nos muerde con sus raíces, oscurece el aroma
de las preguntas, la frontera del ojo donde los muros no tienen
puertas, y la luz es diminuta alcancía.
Cada vez jugamos a ser menos claros: bajan de las escaleras
las lecciones de las manos,
las semanas con erizadas cebollas, los dientes mordiendo la celulosa
del camino, la mosca carcomida en la respiración de la piedra:
no alcanzan los zapatos para desangrar la jaula
de las luciérnagas,
los bueyes decrépitos del crepúsculo, el pellejo enrarecido
de la oscuridad, el mantel sobre la mesa, la camisa lavada
por los puertos, el aliento sofocado en los trenes de la sangre.
Todos oscurecemos en las aguas de las enredaderas, en la ceniza
revivida de la yedra, en esta tierra donde nos negamos la boca,
los brazos, la cocina, el papel, la tinta;
nos negamos la olla de presión de la claridad, el aceite, la sal,
la desnudez plena,
el latido de la luz en la garganta.
de pronto nos alimentamos de la oscuridad: la piedra de la duda
resbala entre nosotros, la piedra de lo oscuro borra toda memoria,
la piedra del yo cierra los párpados,
la piedra de los pezones quiebra mis dientes,
la piedra de las manos asfixia la alegría, el rincón del fuego,
la piedra del polen desvanece el olfato,
la piedra de la piedra nos lanza sus arpones,
la piedra de la pobreza nos desboca, hunde en el pecho sus alambres,
la piedra de la herida hace sangrar los jardines,
la piedra de las arañas nos enreda en el desdén mortecino de sus hilos,
la piedra de la lluvia carcomo todo lo vivido:
el calendario con la champaña, el aire con su río de piñatas.
La piedra, en fin, de lo que somos, nos hace caminantes oscuros.
Barataria, 11.III.2011
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