En la clandestinidad resisto las llamas colgantes de los filmes negros,
aquella posibilidad incierta del ojo en la noche,
la parra de amaneceres en la tinta desparramada, cortada de un tajo
en la cáscara del celaje, tierra sumida la claridad donde patino.
Imagen de Sandra Ledeska Apablaza
UNDERGROUND
When you dream, you know you're gonna dream alone
When you dream, in your mind all alone
All alone, all alone, you know you're gonna do it alone
All alone, all alone, you know you're gonna do it alone…
THE VELVET UNDERGROUND
En la clandestinidad resisto las llamas colgantes de los filmes negros,
aquella posibilidad incierta del ojo en la noche,
la parra de amaneceres en la tinta desparramada, cortada de un tajo
en la cáscara del celaje, tierra sumida la claridad donde patino.
Herejías del tintineo, las monedas de la saliva a punto de saltar
de la lengua, cámaras subterráneas del desvarío más atroz,
donde un trozo de cielo saquea los jardines,
el escote de los violines, la paranomasia, el quiasmo o el clímax
en el downtown del balcón de las acrobacias, arrebato de alacenas
en el suelo, herrería del ciempiés en el aguaje,
de la abeja de carne rozando la gasa, los benditos oscuros abajo
de la tormenta en pleno deletreo de la tierra.
Así llega toda tempestad con sus torpezas: cada quemadura, después,
es líquida ceniza; cada mano, dedo, pulgar, índice, rieles,
subway, moscas quemadas en la sombra de la audacia.
En cada pertrecho, huele la soldadura obscena, la sal, el azufre,
el alma, los pecados capitales de la herida,
(desde luego no falta la desgracia de soñar en falso: buscar con peripecias
de ladrón, a hurtadillas el trastorno del tráfico, los escombros
de la luna en el cáliz de la alianza,
manos ahogadas en la plasticidad de la erosión,
en la horca de la fuga fundada en dientes colosales: es claro después
de todo, que los meses entran sin nombrarse, una taberna de mar
con acantilados, el sol negro de la aureola de los santos,
la nube quemada del amor,
sin darme cuenta de la sorpresa en el dintel de la puerta, sin que
nada pase después de todo, cuando ha pasado Heráclito por todas
estas aguas de pasajero inocente. Los recuerdos metidos
en la conciencia, pesan después de todo, desde luego si han llovido
pájaros y en el nido quedan himnos de araucarias, amates, tersura
de papaturros, honduras que no se ven, se abren cuando madura
la fiebre del ombligo sobre la danza de las piedras.)
Al final todo queda bajo tierra: aquella fotografía sobre el aguamanil
de los pétalos: el secreto a dos voces de la distancia,
la lascivia secreta del ansia, el kleitoriázō límpido al abrirse
el aliento, el ojo temporal en los dientes, desvestida alegoría
de la piedra en el pulso desvencijado de la noche. ¿Cuánto dura
la creación de la luz en este recinto de almohadas, cielo con jabón
después de la espuma ácida de los zorzales? —un instante basta,
para quemar toda la nave de los muslos: lo demás es fotografía
y candelabros, corvos jardines del firmamento…
Barataria, 25.III.2011
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