domingo, 20 de marzo de 2011

LLUEVE, AL PUNTO DE SOLTAR RELÁMPAGOS


Llueve en la desnudez de los metales: el ojo adentro, el pan,
los escondrijos de la lluvia, la mesa que espera con su asombro.
Hubo días fratricidas en las dulzainas, huesos, brebajes,
arrecifes, hormigas rotas en el azúcar: hubo abismos en las manos,...
MIRAMUNDO, CHALATENANGO, FOTO DE ANDRÉ CRUCHAGA



LLUEVE, AL PUNTO DE SOLTAR RELÁMPAGOS




Pues la memoria es un rumor apenas
que roza con sus alas inocentes
ELISEO DIEGO




Llueve en la desnudez de los metales: el ojo adentro, el pan,
los escondrijos de la lluvia, la mesa que espera con su asombro.
Hubo días fratricidas en las dulzainas, huesos, brebajes,
arrecifes, hormigas rotas en el azúcar: hubo abismos en las manos,
pataleos, fastidios, escaleras de inciertas enredaderas,
hubo un País extraño de mendrugos,
trenes saliendo de la memoria,
pañuelos triturados por los dedos impares del zodíaco,
cortavidrios tiroteando la soledad, ojales decapitados por la noche,
pavimentos en el entrepecho del equilibro,
vastos suplicios de cuervos, infartos, herrumbre,
azarosos días de heridas, diademas de desafuero, ventiscas
de sombreros como monedas empinadas en las alcantarillas,
—(yo , aquí, en estos altavoces del vacío, cuando la brizna enmudece
en los eucaliptos y los brazos doblan su encogimiento:
a veces, atónita la sombra de la lengua,
el dedo sordo del miedo con sus propias conjeturas, los ojos
al traspiés del techo, la pulsación de la incertidumbre
en su columpio de aguas.
Me desvelo, ahora, en cada sílaba que se mete debajo de la sábana,
en los estipendios que producen los acordeones,
en la luz del rascacielos de los ojos,
meses de piernas el relámpago de los sueños, el café con aguas
candorosas, las libélulas del vértigo en cada esquina del alma,
los letreros parecidos a la lluvia,
el alcanfor de los relámpagos bebiéndose la piel: líquidos peldaños
del teleférico del aliento,
el hálito con semillas de las entrecalles: aire febril el cuaderno
masticado en el cuerpo giratorio de la herida,
los sueños que sólo saben a testarudez, anillos en el litoral
del campanario, nombres cerca de un puñado de manteles.)
A ratos memorizo balcones: llueve el velamen de las puertas,
el colibrí de la Esperanza en el País que quiero, la lluvia impaciente,
la claridad del asombro en los girasoles,
el ungüento que dé humedad a la boca, la boca sin reloj,
el poema inalterable en la ventana, el río levantado del vuelo,
el hilo del aliento en su exactitud de espejo.
—Allá y aquí, hay impacientes inviernos: severos días, pero es necesaria
la irreverencia, beber las calles del bosque, demoler los adoquines,
y empuñar, sólo, este pálpito que faltaba en la mesa,
acaso la respiración en su más densa ternura…
Barataria, 20.III.2011

1 comentario:

Marina Centeno dijo...

"yo , aquí, en estos altavoces del vacío, cuando la brizna enmudece
en los eucaliptos y los brazos doblan su encogimiento":

Te sigo en ese perpetuar de los rincones -los tuyos-
con su tristeza en blanco
mientras la nube se evapora
y la lluvia es una hilera de poemas sembrados al asfalto

Cuando tienes la voz de los que sufren
y te amarras del tronco de la noche
no hay peligro que pueda desafiarte
porque tienes la condición
del aire -infinitamente inalcansable-

Menos mal que la sombra
empobrece las piedras
cuando reparte sobre el césped
la caricia desafiante
del descanso


Marina Centeno
Yucatán México