A VECES LOS DÍAS EN CÁMARA DIGITAL
Sepan que estoy viviendo, nubes, sepan que canto,
bajo la gloria confusa de la tarde, solitario.
JAVIER SOLOGUREN
Las fotografías siempre están a la altura de las pesadillas. Antes, Bastaba la risa, el ojo frente al destello del hallazgo. Ahora, los días Son diferentes: —el cielo nos acaricia con tantas estrellas de cine. Las certezas nunca las explica un enigma, ni la naturaleza es transparente en la desnudez. Lo obsceno siempre es una alegría deliciosa: mirarnos después en la ancianidad rabiosa del blanco y negro, en el orgasmo como suma de claveles, en la rama de canela como un navío de olores. Ejecutamos begonias frotando nuestras manos. Se alisan los cabellos hasta el cuelo: el único traje, es la vestidura del vértigo, el jadeo del vértice galopante del esplendor al momento que el azúcar se hace explícita en el tiempo del latido de los frutos: tuyos y míos. Un rap nos viene bien, un jazz, un blues, para andar la arboleda del humo milagroso: el sudor que resbala como un alambique en la superficie de un espejo. Nos subvierte la sagrada familia de la imagen, el labio encalado del deseo. Ay, el abismo del instante. Sólo cierto en la mordida de la llama, en la puerta del clic inesperado. Respiramos la añoranza de lo visible, el obediente gesto de acercarnos al orgasmo, —uno y otro, alojado en la retina, asomando las palabras en la boca, comiendo del árbol levantado del balbuceo. Uno y otro habitando las abejas, la cincuya galopante del relincho, la sandía partida como un rezo en la lengua, la sombra después, del aliciente: la luz de la explosión en el pensamiento. Ay, este petardo de deseos en todo el cuerpo: este ahora enajenado de principio de mundo, este ventanal constante de lluvia, esta estética de potros de esperma. Este hormigueo en la boca como un suculento consomé de balcones y cornisas. A veces los días, así, nos conmueven y nos meten a la plaza mayor de la cópula. Toda nuestra materia es Lázaro en el espejo de los puntos cardinales.
Barataria, 23.XI.2010
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