sábado, 13 de noviembre de 2010

INSISTENCIAS DE LA NOCHE

Amo los huesos grises de la noche cuando zurcen mi boca y mis sienes.
Me gusta la sombra de lo oscuro en el silencio. El iris de la noche.
Todos estos calendarios que perdieron su brújula en el mismo césped
De las multitudes. La casa entregada al olvido. La luz primera del eco
Que palpó el umbral del ascua, —la flecha del principio de los párpados,
El nacer genital de los sonidos transparentes.
Fotografía André Cruchaga





INSISTENCIAS DE LA NOCHE




El perro aquél aulló varios veranos
siempre solo en la casa abandonada.
Aún sigue su terror en mis oídos,
dentro de mi aúllan …
FRANCISCO BRINES




Amo los huesos grises de la noche cuando zurcen mi boca y mis sienes.
Me gusta la sombra de lo oscuro en el silencio. El iris de la noche.
Todos estos calendarios que perdieron su brújula en el mismo césped
De las multitudes. La casa entregada al olvido. La luz primera del eco
Que palpó el umbral del ascua, —la flecha del principio de los párpados,
El nacer genital de los sonidos transparentes.
El amor vino con su ojo oscuro de relámpagos hasta desplomarse
En el pecho; por eso se ahogaron los párpados en el agua;
Por eso, siempre, la insistencia de la noche con sus frenéticos peces.
Las calles, tendidas en el miedo, jamás están ilesas; nunca duermen,
Salvo el encaje del día que desoye la campana de los grillos.
Es un ir y venir sobre el latido invadido. —Un estar siempre poblado
De gargantas heridas,
Un presente convertido en rostro indeleble. Un nunca irse. Permanecer
Con las dos mejillas en medio del polvo. Agobia el coágulo de lo perenne.
Muerde el ciempiés cada centímetro oscuro de los oídos.
Sorda la pluma insepulta de la queja, —el común de los meses asediados
Por el moho marchito de la luz y la conciencia.
Vuelvo con mis manos abiertas a la calle: hay gajos de espacios vacíos,
Arañas dispersas en la fachada de las paredes, balcones de asimétrica
Sonrisa, horcones en medio de una ciudad extraña.
Cruzo las altas horas en desorden, —el paredón de la noche
Con sus agónicos perros, los focos amarillos perdidos en la negrura,
La suerte de estar aquí, respirando los residuos de las piscuchas,
Las heridas sin lavatorio, los brazos tórridos de los escarabajos.
(Jamás termino de entender la soledad de las paredes, la pluralidad
De las tijeras, los ojos tendidos en la saliva del zodíaco, los poros
En el desajuste de la limonada, los afluentes del espejo en el aire.
Hay tanta noche como agua amarga en el océano.
Alegorías. Peligro de sonreir. Manos de abstracta oscuridad. Miedos.
A menudo la noche es miserable con todas sus teorías galopantes.
No es azúcar esta cal oscura en las pupilas. No son peces los murciélagos
Del moho. No son pájaros los dientes del polvo. No son relojes las gotas
De azogue que caen en las aldabas.
Sobre los labios, absoluto el momento de cerrar los ojos. Los días vacíos,
La arcilla alzada en quebradizo bosque. Las pulseras del sigilo.
En la noche, entero el quejido del día: la silla estrujada de los recuerdos,
Y esta insistencia de clavos, compulsiva tortilla, en medio del hambre.)

Barataria, 12.XI.2010

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