miércoles, 3 de noviembre de 2010

BALCONES ENTRECERRADOS

Es cuero también la rama seca sobre el pecho. La flecha rota
En el cántaro, la mano vuelta espuma en la boca, el ombligo cerrado
Por tatuajes siniestros, la sal oscura de la niebla que medio abre
Los balcones, —el terreno donde las arañas tejen murallas.
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BALCONES ENTRECERRADOS




Allá de bruces en el parque
Mirando el suelo…, ya nocturno
Como la forma del reloj entre la espuma,…
CINTIO VITIER




Es cuero también la rama seca sobre el pecho. La flecha rota
En el cántaro, la mano vuelta espuma en la boca, el ombligo cerrado
Por tatuajes siniestros, la sal oscura de la niebla que medio abre
Los balcones, —el terreno donde las arañas tejen murallas.
Ahora miramos oscuras las ventanas y apenas tus muslos y tu pecho
En la sombra. No sólo morimos nosotros, sino el tiempo:
Los solitarios con el hambre de siempre, los remotos deseantes
De la hostilidad, la tierra desprendida de las mochetas, el ansia
Después, convertida en mutismo, en letargos de estéril río.
¿Qué salvamos de la vida, sino la herida, el jamás del pan negado,
Las postales dispersas de la memoria,
Los álbumes de las sombras, el efímero grito del vacío, los nudos
De la agonía, el sonido seco de los cementerios,
El ladrillo imposible de los secretos?
—Negamos las palabras.
Queda después el cerebro inerte de los sueños. La sábana sordomuda
De las abejas, el yo despierto en la penumbra.
¿Quién nos acompaña en los balcones entrecerrados del hálito?
¿Quién con esta luz aprendiendo el balbuceo?
Tropezando sin sostenerse entre cuchillos. Con los poros abiertos
A la buena suerte o al porfiado cause del suelo.
A solas se sienten los dedos de la nostalgia. El veneno en el costado.
La dimensión del cansancio en los fantasmas. La sombra del firmamento,
Con su cal desdentada.
Yo digo así, mordiendo el aliento, que las manos de las raíces
Son hondas y que el frío enmudece los sentidos.
A veces es mejor quemar las páginas inciertas de la caligrafía:
Las alas vegetales del aire, la ventana familiar del oleaje, los balcones.
Sobre la piedra oscura, no hay frondas de luz, —no hay tejado ni casa
Que sostenga el pleno cuerpo del surco,
Ni los nardos que fueron blancos pájaros en nuestras frustradas aguas.
Está dicho. Toda forma transitoria ha sido clausurada.
Siempre el tiempo estuvo entrecerrado en el miedo. El espejeo de la luz
Sobre el hielo fue atroz, —tanto que convertimos los misterios
En ceniza. Tanto que las palabras sólo fueron golpes.
Tanto que murió la alegría como la forma de las moscas en las cortinas,
Como el humo en el vidrio,
Como todas las lágrimas erosivas en la cara,
Como la arena punzante en los ojos, como la carcajada amarilla
De los limones, como un hospedaje frenético de alcoholes…

Barataria, 03.XII.2010

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