Diferentes a los cuadernos huérfanos de manos.
Salimos de los linderos de la noche y las enredaderas oscuras
Con el frío gris de los cuchillos. Abrimos la puerta de la aurora,
Después de horrores y polvo, desgarramientos y fatiga, dolor y calma.
Ahora nuestra casa de alegrías es la memoria.
Fotografía de André Cruchaga
LINDEROS DE LA NOCHE, LA AURORA
Gall que cimeges en la torre més alta,
heus-me aquí en la partió de la nit i l'aurora.
En la nit del temps crida sempre el teu cant.
JOAN VINYOLI
Lo que nos acontece es sólo el sucesivo tren de los recuerdos. A veces
Diferentes a los cuadernos huérfanos de manos.
Salimos de los linderos de la noche y las enredaderas oscuras
Con el frío gris de los cuchillos. Abrimos la puerta de la aurora,
Después de horrores y polvo, desgarramientos y fatiga, dolor y calma.
Ahora nuestra casa de alegrías es la memoria.
Pasó el estampido de la tormenta; el diente quemado de la angustia,
Quedó en el ocio de los pretéritos, junto a las aguas ciegas del paladar.
Nos alejamos de la concavidad de la ciénaga y el asfalto de la noche:
—Ahora ganamos con las manos las ventanas, perdimos el golpe
Seco de la hojarasca;
Las huellas del cuerpo son árboles de música: ritmo del camino,
La aurora está más próxima al alfabeto de las abejas: al azúcar del anhelo,
A la hora cabalgando en la garganta sin cansancios,
Al párpado que se abre junto al sol.
Las puertas se abren hacia un nuevo Universo: quedan, los rincones
Fatigados del forcejeo y los acantilados, el desvelo y la respiración
Agotada de los candiles.
—Estamos, por cierto, inaugurando un nuevo día.
Los días de calles inocentes. La cobija esperanzada del anhelo.
La risa como una lluvia en el cuerpo. La palabra recién comenzada
En las canicas. Atrás la sal y las piedras enemigas. Atrás la cárcava
Del retumbo, el crudo litoral de la desnudez primera.
La mirada se torna limpia cuando los zapatos entierran el olvido,
Cuando al caminar le ganamos al asfalto la aurora.
—Estamos en el trance de ganar la mesa: la noche repartió su jugo
Gástrico en habitaciones y ventanas;
Mordió la ternura y abrió un jardín de profundas soledades.
Pero ahora, después de la ceniza e ilustrar el fuego, hemos encontrado
El respiro, visible, del vuelo hacia el aire limpio del espejo.
De pronto las palabras nos reinventan: —ávidas luciérnagas trepan
Al cuerpo como transfusión de vitrales;
Y es que la noche fue intensa. Y es que el eco sordo nos ganaba.
Y es que la noche forjaba en nosotros su tambor oscuro.
Y es que los brazos morían en el paisaje.
Y es que la tierra, en cierto modo, nos parecía intolerable: —sin ningún
Arcoíris para despertar la carne.
Hoy, volvemos a vivir cuando el abismo nos avienta hacia la aurora.
Hoy que la sed se volvió acústico río, escenario que resume
La sal y el incienso de la semillas, el ala de otros surtidores…
Barataria, 09.XI.2010
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