lunes, 8 de noviembre de 2010

OMBLIGOS GRISES, LAS CALLES EN CÍRCULO

En el plomo de la calle, el ombligo gris de la deshora; el círculo que cubre
Las pupilas, endurecidos ecos en el grano del alma.
Nosotros heridos hasta morir. Quemados por el aire oscuro de las grietas,
Hartos de sostener el aliento en la locura.
Cela el ave Fénix el murmullo de las sepulturas: venas sulfúreas al pie
De la garganta; cavernas invocadas las lecciones de conciencia
En la verdad que deslía el disimulo.
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OMBLIGOS GRISES, LAS CALLES EN CÍRCULO




Fugissera petjada de l'ocell a la neu!
Surt el sol que l'esborra.
A la platja, l'onada -peu de plom, ala lleu-
colga sorres amb sorra.
TOMÀS GARCÉS




En el plomo de la calle, el ombligo gris de la deshora; el círculo que cubre
Las pupilas, endurecidos ecos en el grano del alma.
Nosotros heridos hasta morir. Quemados por el aire oscuro de las grietas,
Hartos de sostener el aliento en la locura.
Cela el ave Fénix el murmullo de las sepulturas: venas sulfúreas al pie
De la garganta; cavernas invocadas las lecciones de conciencia
En la verdad que deslía el disimulo.
El aire avanza hacia el interior de la vida: —el aire madura bajo
El desvelo; ascienden los círculos de la noche en las campanas. Suena
El ombligo como fruto del cuerpo, légamo suspendido en la memoria
De tantos días, ¿hacia qué calles vívidas mantiene su unidad?
¿Hacia qué vuelo sube la lengua, serpiente perdida en el tacto?
—Sin duda, las aguas traspasan la claridad de todos los grises,
El anillo grabado en la luz de las sábanas, la sombra circular del pulso.
Todo es calle continua en la punta de los dedos;
Sea el ojo el aroma infinito, el equilibrio en la historia de las escaleras.
No tengo más colores que esta nostalgia de la escritura.
No libro otra batalla, sino la permanencia en estos dominios donde
El ala concentra toda la luz del vuelo.
Y por más esférico que sea el cuaderno, sol el pálpito que germina
En su dominios, mundo diminuto entre mis labios,
El lienzo de la carne al tacto, no pierde el don final del gris apacible,
Ese gris blanco del silencio del transeúnte en el fuego:
El barbecho multiplicado en la sed cíclica cruzando calles dispersas.
Mientras, simplemente camino, sobre la redondez sumergida del planeta,
Sobre la gota de la palabra derramada;
Subo a la pirámide de las semanas, así, ojo devuelto a la casa.
¿En qué otro sueño o vidas, repetimos las mismas calles, el olor
Aquietado en el olfato, las aguas llenas de peces, la órbita coral
De los espejos, el centro del pecho anochecido, pero de gracia pura,
El mismo odre levantado en el pecho?
Ay, del título del poema, cuando el gris aquieta las enredaderas;
Cuando ahí, vacío el grifo de los puertos, hasta tocar la lluvia de las calles.
Ay, los grises merodeando en círculos las calles, el pozo cíclico del diván,
El imán de la hélice en el ojo.
De pronto veo pasar rostros, calles: las mismas calles y rostros del tiempo.
Las mismas ausencias. El mismo silencio clavado en el pan.
Los mismos abismos y escalpelos. La misma sombra oscura del reloj.

Barataria, 08.XI.2010

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