jueves, 17 de noviembre de 2022

SOFISMA DEL PARAÍSO

Obra pictórica de Joan Mitchell

SOFISMA DEL PARAÍSO

 

Sobre el desván de piedra, la lengua que consume los sofismas.

Aquella alambrada endurecida por el tiempo no es la mueca

sino la prueba fehaciente de las bocinas grabadas en el pecho.

Arden los ojos sobre una lágrima de granito, la iguana de amor

que sale de su guarida, debajo de la cripta de la angustia,

nos muerde el espectáculo de la lombriz de tierra o la oruga,

los poros gesticulantes de lo abrupto, las reliquias del sueño

de nuestros ancestros, el justo juez de la noche de las idolatrías,

a veces un arco de servidumbre apuntando a la ventana,

una estatua herida confinada al silencio como los débiles.

En la alacena de los montepíos, un marimbero muerto entre el polvo

de desasidas especias del antiguo oriente.

En un santiamén nos roban la historia de amor que nunca tuvimos

en esta aldea donde los esfínteres salen por los pómulos.

Hemos domesticado el hambre para el hambre, mientras usted

iza bandera y campana sobre una hojuela de llagas y polilla.

Vivimos en las manos de hierro del déspota, somos sin más la escoria

que nos deja la aldaba de la respiración, el tributo de niebla

de los cementerios que se yerguen sin anestesia en la carne.

Entre el coro de atavismos, el perro que lame sus paranoias.

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Del libro: «Mi memoria se ha cansado de llover y esperarte», 2022

©André Cruchaga


 

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