EBRIO DE ESCOMBROS
Sólo los ojos son todavía capaces de emitir un
grito.
RENÉ CHAR
Desde siempre morder los calcañales
del perro callejo que bosteza
su hambre burlándose del mundo cada
vez que le estropean
la esperanza de un hueso. Sobre la
losa de piedra su esqueleto.
Vallejo y Baudelaire miran de reojo
apoyándose en la muerte.
Al parecer no cesa un ebrio entre los
escombros del bien y el mal,
las mentiras piadosas con las que se
engaña la vida.
A veces solo hace falta un candil
moribundo para atravesar
la eternidad de un mendrugo, atrapar
en el cedazo de miel
el dolor, la página de vida de una
jaula, el remolino de los deseos
en el cuentagotas de la felicidad.
«La oscuridad es un camino
y la luz un lugar / el cielo que no
existió ni existirá».
Siempre vamos tupidos de maleza,
somos fetos en aguas agolpadas,
seres en el abismo que soñamos,
vástagos de granito procaz.
Antes que se bifurque el gusano en la
carne, le hacemos cosquillas
al destino, e irrumpimos en el «reino
final»
de
las oscuridades más aviesas.
.
Del libro: «Mi memoria se ha cansado
de llover y esperarte», 2022
©André Cruchaga
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