EXUDACIÓN DEL ESPEJISMO
Dentro de los espasmos del cuerpo de
las roturas abruptas y falseadas,
el río de las venas con su hilo rojo
de toxinas fulminantes;
en el resplandor de las revelaciones
convocadas la marcha en la lengua
de fuego de la entraña, el bostezo
retorcido en los dientes,
la luz apenas en la superficie del
ojo de la sombra de la tierra.
«Me violento para conservar, a pesar
de mi humor, la voz de tinta»,
aquella certidumbre atrapada por el
verdugo.
Ante el tumulto de los absolutos, un
puntapiés a la sombra de carbón
que se hace en el albañal de los
eclipses del pájaro socavado
en el pecho, en el que flotan como
barquitos de papel el bien y el mal.
Usted gira en medio de los sedimentos
del arado y piensa, seguramente,
en los tanteos de lo real imaginario
del ojo en el jardín del sahumerio.
Piensa en los estados oscuros de la
ternura en los arcos del subsuelo,
piensa en el hormigueo que produce el
firmamento cuando se abren
las bisagras de la exudación. La
lengua sobre la página de huesos.
Cada cual está hecho de incoherencias
y solo espera encallar si se puede
en la muerte total, premeditado el
renacimiento en la ceniza.
Alrededor de nuestras propias
agonías, gravitan las osamentas
de la miseria, el absurdo que nos
desabriga en plena noche de piel
multiplicada, cuerpos vaciados
alrededor de una pipa de espejismos.
Desde las formas discernidas, el pez
coagulado en el vientre
de las aguas en círculos del sol
naciente…
.
Del libro: «Mi memoria se ha cansado
de llover y esperarte», 2022
©André Cruchaga
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