Pintura de Paul Klee
HORAS CONTADAS
Ya estoy acostumbrado al territorio de
los desasosiegos a esos lugares donde no se sucede la claridad: la celda hosca
y fría la carcajada acuosa del reloj el grito desclavado de los megáfonos los
tobillos ensangrentados del polvo y esta suerte de urgida tristeza todo parece
impávido frente a los pájaros duelen los sermones de las bacinicas en las
diéresis de las paredes morimos de esdrújulas en los moscardones igual sucede
con el moho de la barbarie mientras uno se abrocha el aliento desesperan los
escupitajos de la esperanza y las semanas de diccionarios en el sollozo y los
domingos en las esquinas de las tumbas me confunde el nido de humo del tabaco y
esta felicidad ávida de hormigas y esta secreción seminal de multitudes en el
ayuno siempre las horas encuentran sus aguas móviles en el hipérbaton en el
gruñido de saliva de los apóstrofes duele esta suerte de fósforos que se
rehúsan a los tobillos: en los ojos las horas incoloras contadas del escalofrío
sobre la hojarasca (siempre hay sed en
los brazos aun cuando el olvido sea enorme siempre hay arrugas en esa otra
ventana de los olvidos y hay también nombres que nos arrinconan hasta quebrar
nuestra respiración: se muere de caminos se muere de fotografías se muere de
preguntas e historias de taburetes ciegos se muere en dosis pequeñas de espinas
se muere de rodillas cansadas y de llaves y puertas y deudas de alegría)
Después del tiempo el apuro de los
desmoronamientos y la memoria:
la tierra de la última suma el
silencio oscuro mamá allí con su pecho oprimido
y su mirada salpicada de árbol…
Barataria, 28.I.2017
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