Imagen cogida de la red
ENTONCES
Entonces
es la herrumbre la gota efímera del tiempo.
Es
el tiempo el taburete de sal
sobre la sombra
y las ojeras de la madera y el sucio paladar
de
la neblina, del barro, de los olores cansados del oleaje.
(Si acaso del ojal desfondado, los
arpones corroídos, la madera.)
En
la cara descompuesta del viento uno piensa los sonambulismos
del
aullido, los fríos bostezos de la solemnidad.
—Vos,
con la soga al cuello de las incertidumbres,
con
este rasguñar la lengua del asfalto y el absurdo de las respiraciones
carcomidas de hollín.
Uno
gasta los zapatos, muerde la hoja de bruma de la nada,
el ala deforme de la ventana,
el
umbral y su dintel de pólipos en la garganta.
Ignoro
hasta dónde llegan las vocales de los sarcófagos.
Tampoco
sé de la onomatopeya fúnebre del cuervo, de los peldaños
inasibles de las telarañas.
Tampoco
sé de todas las infancias fenecidas en la medianoche.
Supongo,
después de todo, que uno debe adivinar la ternura en los burdeles.
Barataria, 14.I.2017
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