Imagen cogida de la red
MELANCOLÍA
En lo
hondo, la gota del minuto y las zapaterías de la melancolía al cuello.
La
lengua descalza y la saliva y el silencio insondable del hombre.
Sólo me
atrevo a perseguir las distancias y a entender el pálpito encarnado
de las
equidistancias del ciempiés que deambula en mi aliento.
A veces
sólo la noche y su libro de porcelana.
A veces
sólo la reja y su amortajada ruleta rusa.
A veces
el nudo ciego en la garganta anticipándose a la intimidad de la soga.
A veces
todos los cangrejos negros de la muerte disputándose el absoluto.
A veces
punible mi desnudez y las aldabas irreversibles de la historia.
A veces
sólo la cruz y los cuchillos de la alegoría en la garganta.
(Nunca es fácil llenarme de tu respiración
cuando parpadean
los contravientos.)
Ante el
pozo negro de la melancolía el golpe interior de las tarántulas.
Claro,
a veces, soy culpable de las paredes abyectas de las pelucas,
quizá
de la suma de cobijas sucias, de las
letrinas ahorcadas
en los
mosquiteros. (En medio de la ranura del candado sabemos que existe
una vegetación flotante, un río de alas
cárdenas, unos desembarcos
sumergidos de caracoles, un oloroso delirio
de humanidad plena.)
No sé
si tiene vida alguna epifanía de martillos.
Me
hartan las moralejas y el alud de aullidos casi como los trenes gangosos
de los
espectros. Todo se extingue a puñalada limpia.
En las
axilas se me vienen todos los cascos de las afonías.
Finjo
estar cuerdo para colocarle los calcetines al infinito…
Barataria, 10.I.2017
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