Siempre vos, como una frase gótica en mi abrigo negro de invierno:
siempre así hundida en el desierto de mi cuerpo,
irreal en la llovizna de la tinta. Irreal, entreabierta. Irremediablemente irreal.
Imagen tomada de la página virtual: diarioanimales.com
ESTAMPILLAS
La sombra en el Gato negro de Poe, el negro de los heraldos de Vallejo, la rama de la aridez en el piso último del rumor, donde sube y baja la desmesura de la sombra. De mis espinas, la puerta oscura de la pena; el río de polvo que bebo en la piel de la culebra de la ceniza detenida en el cascajo de la sed de todos los días. Maloliente la luz que enjuta todas las emociones, la nostalgia caída a la ciénaga del pañuelo: el matadero de la mirada de todos los días, siempre la realidad madre de mis congojas. Siempre vos, asomándote a mis honduras, aquí, hondura de la ausencia y los sentidos; tengo prisa para caer en el barranco de la delgadez del humo de mi cigarro que dura toda la memoria, la luz negra del pavimento de la intemperie. Siempre vos, como una frase gótica en mi abrigo negro de invierno: siempre así hundida en el desierto de mi cuerpo, irreal en la llovizna de la tinta. Irreal, entreabierta. Irremediablemente irreal. Irreal devuelta al tizne de mi sequía. Irreal. Cierta en el filo del tiempo. Irreal en el ocre de las peluquerías. Irreal, dilatada en la hosquedad. Irreal en la boca, cierta en la espina.
Barataria, 10.III.2012
3 comentarios:
Ay André, cómo cala tu palabra tan honda y tan profunda, como llega a mí como un mantel de pétalos esparcidos en esta tarde de marzo, próximo al festejo de la poesía.
Para qué estamos si no es que para eso: para hacer de lo irreal una riqueza, un manera fortuita de embellecer la vida.
De irreal tenemos la presencia dentro de la poesía, porque el autor deja su huella, su sello, su aroma y se va hacia los campos a gravitar sus lemas, mientras nosotros -tus lectores- nos quedamos dentro de la exepectativa. Como una manera de añoranza, o como una forma de vida...
Te abrazo, Poeta.
Marina Centeno.
Marina, un gusto querida poeta, saber que me lees, saber que la poesía es una maleta de hormigas, saber que las palabras son destino,
saber que la tormenta de las consonantes nos vacían hasta atraversar la taberna del poema,
saber que cada día nos ofrece la antesala del gozo o el gemido,
saber, sí, que hilamos en el espejo,
los cuatro sentidos de los trenes.
Muchas gracias por tu comentario.
Desde la sombra del gato negro escondido en las carpinterías,
André Cruchaga
Siempre estoy -André- como el primer día. Expectante y silencio. En las alfombras de la penumbra.
Siempre estoy cerca oliéndote la risa, mirando la manera en que colocas las colillas del cigarro y la sombra de tus hojas alborotadas y frías...
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