. ¿En qué lugar los amantes se vuelven calcomanías de la inmaterialidad?
¿En qué verdad se apoya la balanza del desequilibrio, los nombres
hipotéticos de la página líquida que arrastra coros celestiales,
el acordeón subliminal de los encajes? Sin duda hay que sudar
carnavales para entender el coro de lo impúdico.
Imagen tomada de Miswallpapers.net
AFICHES PARA UN DÍA SIN PÁJAROS
Siempre así el tiempo en la pizarra de la meditación. La anáfora reverdecida en la hojarasca, lo indecible del espejo agrio de las pancartas, los afiches, las vallas publicitarias: siempre el pájaro rompiendo a dentelladas los horarios; los inmaculados discursos a la orden del día en las esquinas, para luego ponerlos en vitrinas de anticuarios. ¿En qué lugar los amantes se vuelven calcomanías de la inmaterialidad? ¿En qué verdad se apoya la balanza del desequilibrio, los nombres hipotéticos de la página líquida que arrastra coros celestiales, el acordeón subliminal de los encajes? Sin duda hay que sudar carnavales para entender el coro de lo impúdico. Contiguo al sueño, los brazos espaciales de la sangre, a veces el adjetivo, que alarga la polisemia de los vitrales; a veces las esquirlas de la metafísica, despeinando las onomatopeyas del cuerpo, la ponzoña que nos coquetea en medio de la muchedumbre, el ojo de agua que hurga en el latido en cada tarima de la trama del día menos pensado del carnicero. —Nos movemos, es decir, caminamos sobre esta suerte de calles redonda; luego hacemos gorgoritos con la barbarie.
Barataria, 28.III.2012
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