De nuevo pienso en los insectos respirados, esos que contaminan
el juicio de la exactitud y la probidad, esos que desbaratan
el pellejo de Kan en sus reflexiones trashumantes.
Imagen tomada de Miswallpapers.net
DEL DIARIO DE LUCY WESTERNA
Uno sobrevive a las muchas noches de calendarios vacíos. Sinuosos ceniceros lamen las sienes, como lo haría un perro cuando su amo lo acaricia: la multitud de colillas bombardea mi olfato, el desván loco donde la tinta hace su orgía de fósforos incandescentes. Es horrendo el aire del sonambulismo cuando las estrellas danzan una eternidad en la brasa del jugueteo de las partituras. De nuevo pienso en los insectos respirados, esos que contaminan el juicio de la exactitud y la probidad, esos que desbaratan el pellejo de Kan en sus reflexiones trashumantes. Sé que siempre estoy más cerca de la levedad cuando mi cabeza ha perdido todo juicio; más cerca de la trinchera del cisne desde el hervor del alfabeto. Uno nunca sabe los mares que pare la asfixia, ni los maremotos que inventa la imaginación, ni el sigilo que se cuela en la sábana de la trasfusión de los poros. Lo cierto es que hasta en la fosforescencia está presente la farsa; y, sin embargo, sus aguas nos imantan hasta el punto de olvidar los plazos de alquiler de las funerarias, hasta el punto de convertir en pestilencia las alacenas. Al final, sólo quiero retornar como Ulyses a mi potrero…
Barataria, 12.III.2012
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