jueves, 8 de marzo de 2012

FOSA COMÚN DE LOS JARDINES


Algo ha cambiado: el crimen y el hambre como largas enredaderas en los intestinos,
ardiendo en costillas y aliento; de pronto, también la piedra nos desarma,
 deshace nuestro rostro sin posibilidad de restaurarlo.
Imagen tomada de Miswallpapers.net




FOSA COMÚN DE LOS JARDINES




Entramos, ahora, a la fosa común de los jardines, hojas cegadas en el murmullo de la tierra; ante cada color desvanecido, el contraluz de las criptas, el mecate del aire colgando del cuero de la noche: ciudades rasgadas, hundidas en la respiración. Algo ha cambiado: el crimen y el hambre como largas enredaderas en los intestinos, ardiendo en costillas y aliento; de pronto, también la piedra nos desarma, deshace nuestro rostro sin posibilidad de restaurarlo. ¿Hasta dónde es posible preservar la dignidad, el decoro, cuando el escalofrío está masificado y el disfraz supera a  la ceniza, y la democracia anda en muletas? ¿Ante el inminente descenso del vinagre en la boca, podemos seguir hablando del azúcar? Me doy cuenta que el sarro ha invadido las campanas, y que los ojos cada vez son conquista de la noche y de esta amalgama de huesos de los jardines. Alguna vez, vos, entenderás este humo sin tregua, mordiendo el horizonte, la respiración en los troncos abandonados de la inocencia. Entonces, sabrás, que los jardines también sucumben en las ciudades, igual que un espejo destinado a la diáspora.

Barataria, 05.III.2012

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