Ruinas de El tazumal, El Salvador-Fotografía AC
Si una parte del mundo se debate en la muerte,
¿Qué hace el resto para detener la sangre —esa
Precisamente que salta a borbollones tras las bombas,
Los misiles, los tanques, los fusiles?
No puede haber esperanza con disfraces, ni treguas
Cuando la tormenta dibuja codicias y la lágrima
Reluce en la niebla y el horizonte es pálida herida.
Entre noche y día, a diario hay muerte, hay terror,
La humanidad gira en un abismo de gargantas;
El viento se abre al gris del dolor y al ciprés del llanto.
El luto camina sin descanso, duros relámpagos
Cercenan los ojos de la brisa, lo inhumano
Se ha apropiado de la vida como un voraz felino.
Nuestro mundo juega con juguetes mortales:
De pronto el grito ladra en la boca de los cañones.
Ahora mismo hay ciudades que humean
Con nubarrones de ceniza. Ciudades enteras
Que tienen de trinchera la angustia o niños ahogados
En llanto y zanjas de sangre donde el cielo se apaga.
Ahora mismo este siglo canta a las cruces
Y glorifica los cañones y no los balcones cristalinos
De la paz. Ahora mismo CNN, BBC, TVE24 horas,
Nos salpican con ese desierto sin sombreros,
En cuyo aliento se anuncia la luz disfrazada de muerte
Y el espeso remedo de la flama oscura.
No es un juego ver cuando caen los edificios,
Ni gratificante el cielo de infrarrojos para asaltar
La pupila indefensa que busca abrir las aguas
Y así resguardar la vida. Es un caminar sin respiro
Este mundo de brasas: “las bombas agujerean
Los días” y también, el desvelo indefinible, —ramas
De saliva sin pañuelos audibles entre la ráfaga
Que rasga y soterra el buen presagio y la ola nítida.
Ninguna razón, —¿Ninguna razón, digo—?
Justifica la sal monocorde de la guerra, mucho
Menos hacer del aliento una gota quemada de trenes
U otro rehén de agónicas flautas. Nada puede
Justificar la oquedad de estos juegos mortales
En los que se desviste la vida para calmar la sed
Y ciertos determinismos tan falaces como el progreso
En cadenas, o una almohada de cascajos o el sueño
Entre harapos cuando este es carnada para
La combustión del fuego. Entre las sábanas mojadas
De una humanidad agónica, entre ese remedo
De la vida, la harina se disfraza de pólvora;
La incoherencia de los embudos desangra todos
Los caminos: —los últimos reductos crujen en los poros,
Ese Mar Muerto de hoguera, luciérnaga de ceniza,
Es la respiración envejecida del horizonte.
Esa franja de Gaza sin receso, es simplemente,
La lengua donde se enredan los cartílagos del ala,
O el surco donde el “Arcángel a caballo”, hará
Del llanto y la agonía, un trasiego de hostias
Sobre el nido verde de las luciérnagas…
Barataria, 31.12.2008
____________Mundo con juguetes mortales
Si una parte del mundo se debate en la muerte,
¿Qué hace el resto para detener la sangre —esa
Precisamente que salta a borbollones tras las bombas,
Los misiles, los tanques, los fusiles?
No puede haber esperanza con disfraces, ni treguas
Cuando la tormenta dibuja codicias y la lágrima
Reluce en la niebla y el horizonte es pálida herida.
Entre noche y día, a diario hay muerte, hay terror,
La humanidad gira en un abismo de gargantas;
El viento se abre al gris del dolor y al ciprés del llanto.
El luto camina sin descanso, duros relámpagos
Cercenan los ojos de la brisa, lo inhumano
Se ha apropiado de la vida como un voraz felino.
Nuestro mundo juega con juguetes mortales:
De pronto el grito ladra en la boca de los cañones.
Ahora mismo hay ciudades que humean
Con nubarrones de ceniza. Ciudades enteras
Que tienen de trinchera la angustia o niños ahogados
En llanto y zanjas de sangre donde el cielo se apaga.
Ahora mismo este siglo canta a las cruces
Y glorifica los cañones y no los balcones cristalinos
De la paz. Ahora mismo CNN, BBC, TVE24 horas,
Nos salpican con ese desierto sin sombreros,
En cuyo aliento se anuncia la luz disfrazada de muerte
Y el espeso remedo de la flama oscura.
No es un juego ver cuando caen los edificios,
Ni gratificante el cielo de infrarrojos para asaltar
La pupila indefensa que busca abrir las aguas
Y así resguardar la vida. Es un caminar sin respiro
Este mundo de brasas: “las bombas agujerean
Los días” y también, el desvelo indefinible, —ramas
De saliva sin pañuelos audibles entre la ráfaga
Que rasga y soterra el buen presagio y la ola nítida.
Ninguna razón, —¿Ninguna razón, digo—?
Justifica la sal monocorde de la guerra, mucho
Menos hacer del aliento una gota quemada de trenes
U otro rehén de agónicas flautas. Nada puede
Justificar la oquedad de estos juegos mortales
En los que se desviste la vida para calmar la sed
Y ciertos determinismos tan falaces como el progreso
En cadenas, o una almohada de cascajos o el sueño
Entre harapos cuando este es carnada para
La combustión del fuego. Entre las sábanas mojadas
De una humanidad agónica, entre ese remedo
De la vida, la harina se disfraza de pólvora;
La incoherencia de los embudos desangra todos
Los caminos: —los últimos reductos crujen en los poros,
Ese Mar Muerto de hoguera, luciérnaga de ceniza,
Es la respiración envejecida del horizonte.
Esa franja de Gaza sin receso, es simplemente,
La lengua donde se enredan los cartílagos del ala,
O el surco donde el “Arcángel a caballo”, hará
Del llanto y la agonía, un trasiego de hostias
Sobre el nido verde de las luciérnagas…
Barataria, 31.12.2008
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