INCLEMENCIAS
Sólo los pájaros
en el cielo sienten
que una montaña, una ramita se
inclina
Mukkader Yaycioglu
Me duele la palabra pájaro, esa mitología de brasa en el trino.
Me duele la palabra cielo alrededor de tantas ansiedades y espejos.
Me duele el tiempo desde esta tierra que camino todos los días.
A veces solo tengo la sensación del color oscuro en los ojos,
la isla del náufrago y sus jardines artificiales, quizás Ítaca, o
Calipso,
o Barataria, el reino de los sueños desmentidos,
esta paciente herida de los ecos de las palabras, las mismas palabras
que rompen el azúcar con su ahora confeso aferradas a mortajas.
Todo se deja sentir en este regazo de piedra: en la piel, las llagas
de los espejismos de la alegría, la irrealidad y sus pesquisas.
Una montaña de balbuceos da la sensación de turbios agüeros.
Supongo que sobre la mesa, el tiempo desnuda sus acertijos de pus.
Desde el barro de sangre de la noche, se sienten los mordiscos
del despojo y el desastre que dejan las inclemencias infatigables
del absurdo: hay pájaros que nunca anochecen en invierno,
ni se acurrucan, benévolos, para ver pasar las tempestades de la vida.
.
Del libro: ‘Fuego de llaves invisibles’, 2021
©André Cruchaga
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