YA ES LA
HORA
Al cabo la espera es un sonido hueco, un rasguño de
silencios
y ansias: uno la inventa para darle sentido a las
palabras.
El aliento del alba no sustituye la memoria,
ni la luz nace del susurro impostado.
El alma es solamente un arroyuelo, un mundo hacia
dentro
de cementerios, quizás una hoguera desasida, una
pintura oscura
de esos bosques donde se hielan los pulmones.
Siempre fingimos en el ojo las líneas del horizonte.
También lo hacemos con las sombras erráticas de la
desnudez,
con la cobija del ardor, sin pensar en los umbrales
adustos,
en cuánto exuda lo profano de la boca,
y las ingles crecidas del crepúsculo aturdidas de
espantapájaros.
A veces creo que no hay que inventar calderas,
ni poner platos vacíos en la mesa: una sed enferma
cierra
la garganta. En el reverso del amarillo se hartan las
carencias.
Es hora de enroscar la noche en el pecho.
Del
libro: “Invención de la espera”, 2020
©André
Cruchaga
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