A PESAR
DEL CIERZO
Sobre la desnudez de la puerta, un pájaro monástico de
horizontes.
Se enfría otra vez el día en las gotas de sangre del
guijarro:
a cada rato hurto a las sombras, sus cuchillos,
ese juego aleatorio de una limosna de soledad en plena
utopía.
Nunca hay reposo en la herida de las estaciones,
ni una certeza cuando el viento hace lo suyo,
ni sien libre de dudas.
Despierto en el ojo perdido de las semanas sin
despertarme
del fragor diseminado en mi boca: babeo la piedra
hundida en mi garganta, el firmamento ahora de
escombros,
mis manos amargas, nacidas del desastre.
Antes, me colmaba el litoral de tus pájaros, el arado
azul
de tus poros, aquella docilidad cercana de sombrilla.
Después, los oscuros golpes en la ventana, la ansiedad
sin ojos,
el tránsito al margen de la risa.
Nada se disipa en esta espera convertida en piedra y
laberinto.
.
Del libro: “Invención de la
espera”, 2020
©André Cruchaga
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