PERSIANA
DESLEÍDA
“—No fabriqué con cera mis alas clandestinas.” Tampoco
el equipaje fue desvarío al momento de repensar los
litorales.
Fue solo rodar en párpados erosionados
o en páramos de persianas desleídas o en relojes de
sintaxis
oscura como una mosca a pie de página del musgo.
Supe al duplicarse las sombras de la doble utopía,
que éramos una falsa ráfaga a punto de ser solo ceniza
añejada.
Perdimos el fulgor del génesis al instante de olvidar
la piel
y aquel fuego de los vellos en la boca.
Luego uno se resigna al amargo presagio de las
escaleras,
a los blancos ijares cubiertos de risa, al animal
aferrado
a ciertos lugares, a los muslos del salmo desesperado.
Ante la clandestinidad, el litoral de sal, dócil, de
la complicidad,
y ese infinito de la fuga marcado por el exilio
punzante
de la esperma en un universo errático de espejos.
Aunque el ala aterrada cese en su conjuro, la luz o la
noche
siempre se ramifican en la lengua implacable de la
locura.
Del
libro: “Invención de la espera”, 2020
©André
Cruchaga
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