NAUSÍCAA
A
Elena Muñoz de Latorre
¿Cómo cantar los meses líquidos de los ojos en el
alhelí hondo de la tarde? —Quizás, Nausícaa, en el litoral de los naufragios,
haga que ya no zozobren las fogatas del mar. (No hay reposo en el tiempo, sino aguas cósmicas desplomándose, o
sordos salmos en lo pétreo de la noche. En cada mar secreto, hay naves que
tocan las cornisas de las profundidades: ahí expiran las luciérnagas azules
hasta roer el pecho.)
En la pulcritud absuelta de las aguas, no hay
crematorios ni puñales, sino la absoluta lumbre del rapto, jamás la depredación
sino la cosmogonía de los vitrales.
Ante el mar, sólo la memoria y el murmullo de Ítaca,
insondable laberinto de regresos y sudarios. A mitad de la luz, la armonía
frágil en la vigilia y las sombras, son estruendos furtivos.
En los aleros del sinfín, todo nos mira con el sigilo
flotante de las mareas: una desnudez de sangre fulgura irredenta sobre las
aguas. También el destino tiene nombre de destierro y sordas rocas de rapsodia.
Del libro: “Antípodas del espejo”,
2018
©André Cruchaga
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