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INTIMIDAD
DE LA ESCARCHA
Poco queda en el hueso de las palabras, en el depósito
amontonado de los días, en las aguas del cordero de una lágrima, en la bandera
ennegrecida y mórbida, en las madrugadas vacías de los párpados. (Da igual,
siempre, leer las punzadas de las noticias de los periódicos, da igual el feto
sentenciado a muerte de la libertad: uno vive divorciado, desangrándose,
doliéndose sin interrupciones, en estos tiempos circulares del hollín.)
Hemos despertado entre los muertos y escuchado el sermón
de las transgresiones: las palabras no dicen nada en los discursos más allá de
los zumbidos vibrantes de las aglomeraciones.
—Vos desfallecés desgarrada en mi locura de árbol
erguido. Resucitamos mientras lo inmundo nos absorbe e inunda el sostén, o la
brasa, proclama su humedad.
Después, nos reímos de lo subterráneo de los resuellos:
el hambre, a menudo ilumina lo recóndito.
Del libro: “Antípodas del espejo”, 2018
©André Cruchaga
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