jueves, 31 de mayo de 2012

CALIGRAFÍA


Me reinvento en ella, en el guacal, el tintero, la paila, el plato, la cuchara,
 la pluma fuente en el buche de los dedos, desmigajada comunión de la tinta.
Imagen tomada de Miswallpapers.net





CALIGRAFÍA




Verla en la piel, flotando en el poro trashumante del cuaderno con ese aire de buen augurio y salmo, tocarla como el santuario del orfebre, olerla sin requiebros en el altar mayor de la hostia hasta que cada pájaro se hace habitual vocablo de geometría. Rima el poema en cada página, en cada palabra, la página, el gesto del principio recóndito de todos los tiempos, el ojo puesto en la palma del viaje, sin más permanencia que el arado en el surco de la tinta: constante viaje interior hacia el cuerpo cuajado de la letra, hacia el desparpajo del saxofón del ombligo, hacia la mandolina desplumada de la piel al punto del estallido del cielo. Me reinvento en ella, en el guacal, el tintero, la paila, el plato, la cuchara, la pluma fuente en el buche de los dedos, desmigajada comunión de la tinta. Arde la redondez ciega del impulso, la moneda angelical de la página que absorbe la materia de la sintaxis. (Vos, descendiendo al mar ilustrado del estilete con todo el amanecer sin afeitar, con la lingüística del café puro sobre el desván, con la dentadura de la brasa esperando el tiro de gracia donde se hace el poema. Brilla el arco iris del semen sobre el hervor sangrante de las sábanas. En la pausa o los puntos suspensivos, el disparo al centro del diamante.) En los días grises, abre sus muñones el crisantemo; deambulan, por si fuera poco, los espantapájaros del bolsillo de la túnica, la memoria que desmorona las pócimas del ascua: en el dormitorio, la desmesura es intensa; en el cuaderno, claro, rehacen su nido los muslos fermentados.

Barataria, 30.V.2012

martes, 29 de mayo de 2012

LA CIUDAD DE AHORA


Hoy ya se sabe que en ella habita la herrumbre y que los niños crecen nutriéndose
 del moho, de la ponzoña cuya presencia sacude a la didáctica. De diminuta semilla
 se hizo deidad, carnívora espina en la ensalada,...
Imagen tomada de/elsalvador.travel



LA CIUDAD DE AHORA




Como el día, la ciudad ahora muestra sus agujeros, las ventanas, la invasión de sombrillas y los despojos que el mercado deja. Se fue rodeando de inasibles cuchillos, salobres aguas de desechos la bañan cuando el vinagre curtió el hambre. Hace años, al norte de San Salvador, la descubrí con sus telares de frío y arco iris; ahora, claro, la sacude la violencia, los desaparecidos, la intrusa arenilla en el ojo hasta carcomer de manera incesante la conciencia, hasta convertirla en devorados oleajes. Hoy ya se sabe que en ella habita la herrumbre y que los niños crecen nutriéndose del moho, de la ponzoña cuya presencia sacude a la didáctica. De diminuta semilla se hizo deidad, carnívora espina en la ensalada, abierta al albedrío del hampa; emigra la gente, víctimas de la congoja. Toda la fecundidad se tornó estéril, hostiles calles con tributo, florece la muerte, sin destino, anónima como la alegría que se transformó en sufrimiento: ante la marejada de verdugos, la ciudad dejó de ser la chimenea o la embarcación segura, para convertirse en un taller de oscuro granito. Yo la descubrí cuando ya era inminente mi exilio en un vuelo de erótica cacería. Jamás regresé a mi pueblo natal. Pero esta ciudad que era clara como el primer hervor del cierzo, se perdió ante la dentellada de la violencia, ante anónimas dentaduras carniceras. Sólo la quiero porque aquí nacieron mis dos hijos y mi amigo, el pintor Miguel Ángel Polanco. Eran los años turbulentos de la guerra cuando vine a este lugar. Aún recuerdo la túnica violenta de las ráfagas. Y la mujer que me acompaña en Otoño.

Barataria, 28.V.2012

viernes, 25 de mayo de 2012

EN TODAS LAS CALLES HAY ESQUELETOS


De pronto la luz en la que hemos confiado se vuelve noche, sombríos calcetines de herrumbre;
de pronto, también nuestros cráneos son arrasados para darle más firmeza a la oscuridad.
Imagen tomada de la red





EN TODAS LAS CALLES HAY ESQUELETOS




Aquellas enredadas ramas se germinan
Sobre huesos que nunca conocieron el amor.
JAMES K. BAXTER




Germinan entre las piedras y entre enredadas mercancías. Están en todas partes con su río de moscardones; a menudo se nos muestran en escaparates de esquinas almidonadas con poliéster; otras veces como simples gritos salidos del subsuelo, del aire purulento de gallos descuartizados: salobres manos rezan la demencia de la inquisición, el hacha implacable y obstinada de devorar boca tras boca hasta respirar la corteza del abismo. Es duro cuando se diezma la vida y los tantos puños cerrados del galope golpean la cara, cuando el lupanar sustituye a los pulmones, cuando la peste nos mete en un potrero del cual sólo deriva la zozobra, el alimento ensangrentado de Patria, la herencia del abandono con su legión de osamentas. De pronto la luz en la que hemos confiado se vuelve noche, sombríos calcetines de herrumbre; de pronto, también nuestros cráneos son arrasados para darle más firmeza a la oscuridad. El día a día se nos vuelve un sistemático pozo, donde termina aplastada la almohada y los sueños. Hoy, todas las calles tienen bodegas de dientes para trasplantes. Pronto, amor, ya no tendremos molinos de viento, ni ungüentos para perfumar nuestras extremidades, ni relojes para contar el tiempo, ni frascos de vitaminas, ni palabras para colgarlas de la puerta. ¡Hoy estamos más seguros en la artesa de la muerte!

Barataria, 24.V.2012

miércoles, 23 de mayo de 2012

JARDIN DE TUS MANOS


La transparencia nos acompaña con su oficio, olorosa, líquida la respiración,
abierta a la intensidad del firmamento, sin edad más que el espesor de los cuerpos,
 la humedad que desciende hambrienta hasta tocar la arena.
Imagen tomada del blog/blogtutormedica.blogspot.com




JARDIN DE TUS MANOS




Los amantes se congregan durante el día en los jardines; en la noche, se reencuentran como los pájaros en el silencio de las coníferas. Están allí sus manos en el lienzo de azúcar de sus poros, en la estrella virgen que el búho es incapaz de aprehender. (Te veo crecer en mi pecho desde tus manos, lejos del desierto, enredada en el sol de las libélulas; los jardines nos envuelven y nos dan el ritmo necesario para picotear el claro espejo del fuego. Pese a que en las calles aúlla el exterminio por más treguas que invente el Estado, inmunda de aguas la quebrazón del estallido, sin más límite que las estrellas abiertas de la fascinación, el correr limpio de tus dedos, casi seda, recorriendo las arterias, la tentación del azulejo de la respiración.) La transparencia nos acompaña con su oficio, olorosa, líquida la respiración, abierta a la intensidad del firmamento, sin edad más que el espesor de los cuerpos, la humedad que desciende hambrienta hasta tocar la arena. De tus manos profundas, el huerto, el granero, la sustancia que arde al galope, el azúcar circulando en nuestras anatomías. No quiero que tus manos se diluyan en los encajes del tiempo: las quiero como las hermanas que nunca tuve, aquí junto al cuaderno donde escribo diariamente la música de las orquídeas, tinta y alfabeto donde llueva siempre. Donde lluevas fosforescente de gaviotas. Donde guitarras, toquen en mi pecho el nacimiento cada día del cierzo, y no la podredumbre que se ha tornado ficción y se lee con malicia en ciertos cenáculos.

Barataria, 22.V.2012

lunes, 21 de mayo de 2012

CICATRICES


Uno lleva tantas cicatrices en el espinazo que pronto es complicado caminar
 sin quitarse los zapatos: duele toda la farsa que pulula en el aire como verdad absoluta.
Imagen tomada de la página virtual/listas.20minutos.es/lista/revoluciones-y-motines-historicos




CICATRICES




Por generaciones el ojo ciego del exterminio, el horror del sonambulismo en los hisopos dejados en la respiración, juegos que la sed o el olfato han ido realizando cada vez que el día limpia la ceniza de los ojos; en los sistemas caducos de la respiración, las vitrinas del vaho cortan las vísceras, el zumbido del alfabeto en su oficio público, cárdeno el contrapunto de las líneas que este infierno ha puesto en su doblez de harapo. Uno ha acumulado tantas cicatrices a lo largo de la vida que es increíble: bien se puede hacer una jacket de acequias; bien se pueden hacer invernaderos, regadíos de oreja a oreja, páginas hirviendo a la velocidad del sonido. —o bien, artesas de recuerdos, talas para multiplicar los espejos, cielos falsos con páginas de agua. Uno lleva tantas cicatrices en el espinazo que pronto es complicado caminar sin quitarse los zapatos: duele toda la farsa que pulula en el aire como verdad absoluta. En las grandes urbes, hay más obsesión por los cadáveres, por los féretros; siempre es una locura el humo del jazz a media cuesta de las costillas, en la escritura lenta de caballos moribundos donde silban las trompetas del tedio. Un día necesitaremos transfusión de sangre para la realidad. Léase transfusión. Quizá también de cara y argumentos. Lo caduco ha llegado a tiniebla; no podemos ante el zarpazo, hacer un velorio de relámpagos: al parecer nuestros días de asombro están contados. Derribemos ya los maniquíes con rayos amnióticos, sin llorar como un suicida a solas…

Barataria, 20. V.2012

sábado, 19 de mayo de 2012

SI CADA DIA LA SOLEDAD


. Si en la mesa sólo hay hambre y no la luz necesaria, si a ritmo de olvidos
afirmamos  nuestra existencia, ¿qué cosa es la vida?
 ¿Qué piedra nos concurre en cada paso?  ¿Qué boca nos da su ración de saliva?
Imagen tomada de Miswallpapers.net




SI CADA DIA LA SOLEDAD




Si cada soledad, inmensa, arranca las llaves del aliento y me avienta al extravío, si cada soledad debajo del paraguas consume el aire, si cada soledad es contacto con la ausencia, mar y noche y demencia son la misma cosa. Si en la mesa sólo hay hambre y no la luz necesaria, si a ritmo de olvidos afirmamos nuestra existencia, ¿qué cosa es la vida? ¿Qué piedra nos concurre en cada paso? ¿Qué boca nos da su ración de saliva? Vivimos una suerte de enajenados claveles, ramas de frío tiradas por todos lados como mercaderías en desuso; las mañanas, ¿Adónde van con su artesa de harapos, las aguas taciturnas, a qué lunas bañan en medio de peluquerías y albañales, bajo el camino difuminados de los relámpagos. Por cierto que los días exhalan extrañas paredes dormidas al pie de la hojarasca que el humo consume. Entre cerillos y velas consumiéndose, el aguacero de la soledad, alrededor del martillo de las sombras, espumosa geografía de mortajas contorno de los dientes. (Sigo mirando, por si acaso, mis ásperas manos de labriego, aquel galope súbito, destrenzado de la puerta en pos de tu anatomía; han pasado tantas impurezas desde que cruzamos las fronteras de los poros, y subimos a los brazos del sueño. Ahora son kilómetros de tinta oscurecida la que parece errante en cada párpado sombrío de la herrumbre.) Si cada soledad desemboca en mis aguas, habré de navegar siempre a través de ríos oscuros. Si cada soledad es un túnel, deberé seguir en este desquicio del subsuelo.

Barataria, 18.V.2012

jueves, 17 de mayo de 2012

DESTINO DE LA TORMENTA


Ya he presenciado suficiente como para ver en primera fila, la duda que siempre
 regresa junto a los saldos en rojo envueltos en bufandas de prestigiosas marcas.
Imagen tomada del blog/lapaginadelosescritoreigorados.blogspot.com




DESTINO DE LA TORMENTA




Todo el tiempo ardemos ante el colibrí imantado de la lluvia: nos apiñamos en el tragante del bostezo, arqueamos la mirada de manera penitente y sucumbimos ante la camisa de fuerza del gran capital. Ahora resulta que la perversión y la mediocridad están por todos lados: ¿de dónde saldrá el próximo relevo del cierzo, qué destino tendrá el alba, después que la oscuridad se vuelva enciclopedia? Ya he presenciado suficiente como para ver en primera fila, la duda que siempre regresa junto a los saldos en rojo envueltos en bufandas de prestigiosas marcas. Hay cosas que no se pueden advertir porque sencillamente no se entienden, por cierto que ahora todo mundo quiere presumir el blanco y tener como divisa las palabras de Gandhi, en torno a la paz. Primero habría que lavar manos y boca con dioxogen, y luego poner en cuarentena tanta perversidad de algunos funcionarios de turno, aun las iglesias que promueven la redención a fuerza de dar el diezmo. La paz comienza cuando somos capaces de superar las injusticias que abaten a la gente marginada de los núcleos del poder político y económico; la paz no se construye cantando con hipocresía las canciones de Mercedes Sosa. (Pero nosotros, amor, aunque estemos sumergidos en ese pantano de gritos carnívoros, somos capaces de saltar el matorral, y cultivar nuestra conciencia de pies a cabeza, sin que dobleguen nuestras convicciones. Habrá un día en que el enemigo solo será un espectro, en las heces de las moscas; debemos defendernos siempre contra el malvado que nos ha robado la comida de nuestros hijos y nos tiene ahora cultivando el hambre.)

Barataria, 16.V.2012

martes, 15 de mayo de 2012

PUPILAS RESTITUIDAS


Las pupilas terminan por ser un monumento a la claridad, allí donde el relieve levanta
 los sombreros y el jengibre termina siendo una polución de lo inefable.
Imagen tomada de Miswallpapers.net





PUPILAS RESTITUIDAS




Vuelve el ojo en ráfaga de reminiscencias, a la estación de trenes, el tiempo amplificado en el mercado de las calles, mueve el viento su racimo de ventanas, la crayola del pájaro en el celaje, días donde visiblemente se pueden ver los imanes, las hélices de las puertas como un destino. Las pupilas terminan por ser un monumento a la claridad, allí donde el relieve levanta los sombreros y el jengibre termina siendo una polución de lo inefable. Todo vuelve cada mañana, en imágenes que cobran vida alrededor de los recuerdos; en las pequeñas cosas, siempre están las grandes sorpresas: la palabra fácil, real, no la apariencia; el hojerío a aletazos, quizá en busca de su propio sendero, lo creado a la primera luz de la rama sentida del árbol. Todo vuelve a ser existencia. (Quizá en el viento del pino, —mientras sueño y me platico—, aumenten las pupilas su caminar hacia dentro, pero también hacia fuera del almácigo del calendario.) Como los caminos la ebriedad eterna del tiempo, el río del aliento al compás de la juventud del derrotero. No sé hacia dónde me llevarán estas pupilas restituidas, el encuentro conmigo mismo, ¿qué bodegas derramadas me esperan, hacia dónde los hacedores de ataúdes y ceniza? Pero es cierto, después de tantas herraduras, camino en la tripulación de mi garganta, con la lluvia de amaranto de mi grito. He vuelto a ponerme mi traje: la embarcación tiene ventanas diurnas y relámpagos de azúcar. Así es el día junto a los caracoles, junto al pescado y al pan.

Barataria, 13.V.2012

lunes, 14 de mayo de 2012

ESCOMBROS EN LA PUPILA


Nada hay de luz en estas fuerzas ciegas, redentoras de muerte y de noche,
de piedras lanzadas al sueño. Somos presas del fanatismo y no del trozo de pan germinativo,
 no de la alforja con estribos, sino del sofisma y de la rústica crianza,...
Imagen tomada de la página virtual/city-data.com/forum/salt-lake-city





ESCOMBROS EN LA PUPILA




Estamos en el mundo real y en él no hay concesiones: el bestiario de la mentira engorda como un elefante. Avanza y se roba el sueño. ¿Cómo se puede vivir, —pregunto a secas— entre tanta enfermedad y perversión del alma, y todavía almidonar el cuello de la vestimenta para ir a la misa dominical? ¿Cuándo o dónde encontraremos la civilidad y no una moral multiplicando su polilla? Un pueblo que pierde su capacidad de pensar en la verdad, de escudriñarla, de hablarla, tiene poca, muy poca vida útil: y aquí, también, en estos obscenos nudos del poder, entra desde luego, el resabio de un periodismo que no educa, no edifica, sino también hace de su práctica la injuria; sin la doctrina de la ética, también se vuelven bufones de heces. Tengo que decirlo. Hay un estado de conciencia maquillado y por eso virulento, nefasto. ¿Hasta cuándo impugnaremos este ejercicio vergonzoso, distinto a la brisa y al alba? ¿Nos convertimos acaso en ese fermento de la insania, en el reino torcido de las estribaciones? La realidad es esa jauría donde no hay concesiones para ensayar la Esperanza, sino alientos como la barbarie. Nada hay de luz en estas fuerzas ciegas, redentoras de muerte y de noche, de piedras lanzadas al sueño. Somos presas del fanatismo y no del trozo de pan germinativo, no de la alforja con estribos, sino del sofisma y de la rústica crianza, de la avalancha del hollín, y del bajomundo del cieno. Creo que la tormenta de osamentas crece con la sonoridad hueca de la demencia.

Barataria, 11.V.2012

viernes, 11 de mayo de 2012

BÚSQUEDA


Me pregunto si todavía es posible ¿dónde? quitar la perturbación de los sueños,
aquéllos prófugos en la intemperie, sin lámparas en medio de la niebla. A ratos golpea
 el océano errático del recuerdo dentro de las osamentas ascendidas a pedestales.
Imagen tomada de la página virtual/ /images.linuxidx.com




BÚSQUEDA




Busco las palabras y el poema en el bosque perenne de las manos, en la cerradura que destruyó el aliento, en la sábana los puntos cardinales del fuego, esta porfía de sacudir el hollín de la realidad, la zozobra que palpita íntegra en las calles. Me pregunto si todavía es posible ¿dónde? quitar la perturbación de los sueños, aquéllos prófugos en la intemperie, sin lámparas en medio de la niebla. A ratos golpea el océano errático del recuerdo dentro de las osamentas ascendidas a pedestales. La demora es larga, la paciencia no lo es menos: hay quienes gastan toda su vida maquinando y no encuentran resquicio de luz alguna, muerden sus ijares, y no llega el asado a sus manos, ni siquiera el olor de las especias; el olfato lo tienen para la carroña, la funeraria de su alma no les da sosiego. Aun con todo el arsenal de mis adversarios, tengo la atalaya de la emoción armoniosa, y un tren de pupilas que me lleva hacia un tiempo que no es este tiempo. No siempre el adversario puede alzar el vuelo, por eso su locomoción es de serpiente. La embriaguez los hace deambular en su propia noche. Pero, con todo y sus sienes constreñidas, son necesarios; de pronto también nos inspiran: son ese espejo en el que no queremos vernos, el hospedaje de las tarántulas. (Sin embargo, nosotros, no nacimos para la dentellada. Después de tanta campanada, aprendimos a vivir nuestra propia vida. La autocrítica nos permite sacudirnos la insania. Nacimos para ser esencias, no simulacros, ni sanguijuelas…)

Barataria, O7. V.2012

jueves, 10 de mayo de 2012

A VECES AMANECES EN LA LLUVIA


Ahora la dimensión del Paraíso es otra cosa: —Vos y Yo, flotando en el caracol
 transitivo del espejo, aprendiendo la lección del día sin la piedra en el zapato.
 Sólo tu voz redonda en la desnudez de mis ojos.
Imagen archivos de Maldoror





A VECES AMANECES EN LA LLUVIA




Cielo a bajo como el falo del tiempo, la lluvia amanece en la fragua del herrero. A veces la inventamos confusos en el deletreo, cuando abrimos los párpados y nos transformamos en ternura, destino de un ahora que nos desgarra hasta hacer de las pupilas, sábana perpetua de la fantasía. Desde luego no todo es confeti de gotas, a menudo nos asalta la estridencia impura del bufón de circo, la cicatriz de la locura, el gris líquido que baja de la vigilia; sí. Debo decir que me gusta cuando me amaneces en la lluvia con un puchito de sudor en los poros, después de haber subido al izote del pubis, enjugado en la leche del éxtasis. Bajas. Subes. Intacta la piel. Rebelde la espiga. Y así, es casi místico, el camino que ungimos en las mañanas con aroma a cofre deshojado. Avanzas, allí, con la lengua estirada sobre los ojos, generosa flama en el oasis, vos esparcida como un pájaro de olivos, como agua en el torrente que nos abarca hasta sumirnos en el pedernal del semen. A partir de ese tambor de lluvia, mueren los relojes en el aliento, nos blanquea la escalera del azúcar, nos alcanza la boca para el drenaje común de las burbujas del relámpago. Ahora la dimensión del Paraíso es otra cosa: —Vos y Yo, flotando en el caracol transitivo del espejo, aprendiendo la lección del día sin la piedra en el zapato. Sólo tu voz redonda en la desnudez de mis ojos. Sólo tu prisa ajustada a mi respiración.

Barataria, 06.V.2012

martes, 8 de mayo de 2012

JÚBILO IMPOSIBLE


Debajo de paraguas negros, la semántica de las telarañas, la lectura cotidiana,
 deliberada del sarro de los sueños en medio de mi propia censura: la estridencia de algún
martillo a deshoras, la ropa sucia que no siempre se lava toda en casa,...
Imagen tomada de la página virtual/ floresyjardin.es




JÚBILO IMPOSIBLE




No siempre las palabras describen con certeza la armonía que alimenta los pies de la lejanía. De pronto, todo se nos vuelve imposible de masticar: mutilamos la palabra amor sin testamento, hipotecamos el aliento en el cenicero, mordemos con rudeza la sintaxis hasta el punto de perder el júbilo. Hablamos del espíritu y éste no encuentra sosiego; ahondamos en el espejismo sin medir las consecuencias, sin desenredar las esquinas del azogue en la degradación del paisaje de las sienes. A veces el poema se convierte en olvido; otras veces, en mero artificio para ahuyentar fantasmas. Lo cierto es que en la alta hora de la cama, ordeno los folios de mis preguntas que le haré al siguiente día, la alegría superficial de las páginas sociales de los periódicos, las palabras chiquitas de los clasificados, el discurso que oiré del mandatario con los malabarismos propios del equilibrista del trapecio del poder. Debajo de paraguas negros, la semántica de las telarañas, la lectura cotidiana, deliberada del sarro de los sueños en medio de mi propia censura: la estridencia de algún martillo a deshoras, la ropa sucia que no siempre se lava toda en casa, —las excusas tuyas que me miran desde el otro espejo estéril del vacío. (Mientras te invoco, se me llenan los ijares del odio de no sangrar junto a tus poros; ebrio, incitado por el farol que consume mis pensamientos. Al final me doy cuenta que la alegría es sólo otra forma del Mercado, entre la oferta y la demanda.)

Barataria, 04.V.2012

domingo, 6 de mayo de 2012

RUMOR DE NÁUFRAGOS


Hemos pasado hambres y vigilias: nunca entendí tanta espuma como chiriviscos
 vivientes alzándose sobre las sombras, días de apretadas rocas en los dientes, arrojados
a la suerte del destino, —que es otra manera de soslayar nuestras propias responsabilidades.





RUMOR DE NÁUFRAGOS




Sobre las aguas multiplicadas, dolidas en el sinnúmero del vaivén, la vena rota de las sienes, como rumor de náufragos. ¿Con qué barcas evitaremos los remolinos con su danza macabra sobre el pecho, ensayando nuevas emociones, funerarias, oscuros bostezos, negras epifanías cuando viene la noche? Nos volvimos náufragos en nuestro propio escenario. Nos volvimos tarde de trenes moribundos, hervidero de rincones donde la polilla engorda sus entrañas; ni en el juramento, la mirada encontró hospedaje en los tiliches, en la sal negra, retorcida, que la arena va acumulando en los litorales. Como Ulyses en la cárcel de las aguas, el lecho ahondado sin nuestros cuerpos, los muros del horizonte devorados por nuestros miedos, aunque no los confesemos. Hemos pasado hambres y vigilias: nunca entendí tanta espuma como chiriviscos vivientes alzándose sobre las sombras, días de apretadas rocas en los dientes, arrojados a la suerte del destino, —que es otra manera de soslayar nuestras propias responsabilidades. No sé si en tanta agua desértica crecen las espigas de la bienaventuranza; ahora menos, cuando bebemos la propia salmuera que acaricia las mejillas. Hay un rumor sordo en la brisa; cruje, después de todo, el tiempo marchito de las palabras, el desvarío al que no escapamos en este rumor de náufragos, laderas desnudas del bosque que perdimos en plena escaleras de agua.

Barataria, 03.V.2012

viernes, 4 de mayo de 2012

HUÉSPED DE LA BRUMA


Y es que las palabras carecen de hospitales, las ventanas vierten su propia herrumbre,
 abanicos de musgo cruzan la sartén y la mesa, la piedra de leche agria
 sobre la página del cuaderno donde los nísperos pudren el agua
Imagen tomada de Miswallpapers.net




HUÉSPED DE LA BRUMA




Me dices savia donde la bruma agita los sueños circulares de la caverna del tiempo, el clima inaudible del monólogo, la alforja dispersa de la arcilla. Crece la muerte en el río de los ojos, como la mar en espejos desfallecidos, el cuerpo sin ropa en el agua que huye de los mapas, sombras de felinos habitantes, centellas de purulentos vocerío, allí donde el aliento debería tener el mínimo sosiego. Nos casamos de la calma, de los relojes mordidos por los pies. —Lo sé. Y es que las palabras carecen de hospitales, las ventanas vierten su propia herrumbre, abanicos de musgo cruzan la sartén y la mesa, la piedra de leche agria sobre la página del cuaderno donde los nísperos pudren el agua. —Lo sé. Siempre nos ocupó la carpintería de los desasosiegos, la cerradura hosca en el onomástico, ese doble oráculo del bizco, la tinta ilegible del enjambre de los escapularios. (Terminamos por ser parte del cansancio y la deshora.) Algo nos dice, después de todo, que ya no somos los mismos: el páramo nos devuelve la identidad; dentro de la fosa del letargo, hay días irrecuperables. Llueven cucharas vacías en la memoria; absorto en mi propia piedra, desciendo hasta el día total copioso de trenes grises. Decir más, es anhelar un reino imposible, donde vos y yo ya no cabemos, donde vos y yo, no podemos reconstruir los sueños. Al romper el puente, se han roto también las aguas, la voracidad de lo efímero nos devela. Por fin tener sentido la perpetuidad de la bruma dentro de nuestros calcetines.

Barataria, 01.V.2012

jueves, 3 de mayo de 2012

LITORAL DESHABITADO


Cuando nos hundimos en la ausencia, se vuelven profundas, subterráneas, la vigilia
 y la noche, el ahogo tras la hostilidad de los cristales. Ahora sé que nos fecundó
 la garganta fatigada de las gaviotas, la ramazón agria de la tormenta,
 la sed dura de los surcos en la vaguedad oscura de los pies.




LITORAL DESHABITADO




Sobre el litoral deshabitado, los colmillos apolillados de los días, ciertas bocas inmunes, salobres, amparadas a la atalaya de los ciegos. En la trifulca de la ceniza, la arenilla de los panales con la miel inexplicable del estiércol, nombres sórdidos, sonidos abominables de los huesos en la hamaca de las vísceras. En un acto de contrición, hipnotizamos las pupilas para no desfallecer en la angustia de las astillas; en la orilla del musgo, nos ensordecen los esparadrapos y los insectos desquiciados de las sombras. Siempre es así cuando las horas yermas caen en las palabras: cada boca amarga me recuerda los olvidos, la humedad cerrada de los afluentes, el arco iris roto en la neblina del espejo, porque los litorales tienen ese silencio de bordes almidonados por la madera salpicada de espuma. Cuando nos hundimos en la ausencia, se vuelven profundas, subterráneas, la vigilia y la noche, el ahogo tras la hostilidad de los cristales. Ahora sé que nos fecundó la garganta fatigada de las gaviotas, la ramazón agria de la tormenta, la sed dura de los surcos en la vaguedad oscura de los pies. Hemos vuelto a deshabitarnos en los anillos de la tierra: tierra de inclemencias por donde acecha el azogue con toda su presencia estéril. Aún recuerdo las palabras que nacieron, de súbito, en la campánula del alma; fue incontable el delirio el las pupilas, ese raro fuego de prodigio y opuestos, la alegría que después se convirtió cierzo. (Sin duda, la vida, es una sucesión no sólo de delirios, sino de permanentes destierros, en la brevedad, crece lo inaudible.)

Barataria, 29.IV.2012

miércoles, 2 de mayo de 2012

PAÑUELO EN LA VORÁGINE DEL ASOMBRO


En el mercado de pulgas el ojo se inunda de tiliches, de paisajes amarrados en toldos
de castrados malabarismos; y no es para menos: perdimos el lenguaje de la transparencia,
 la mesa, el mirlo que nos daba el poema en las mañanas; perdimos ojos en la sudoración
del muérdago, al punto de volvernos agua oscura, escritura de mortajas.
Imagen tomada de Miswallpapers.net






PAÑUELO EN LA VORÁGINE DEL ASOMBRO




Ahora sólo tenemos pañuelos desechables para secar este río de sal en las mejillas; antes el cuerpo no necesitaba de sofismas, ni pertrechos de guerra ni de dictámenes para desmovilizados: las diversas acepciones del eco, desembocan en la ironía o, en todo caso, en cierto eufemismo a ultranza, en ese gemido ahuecado y nauseabundo de antro, en respiro de piedras sin celaje. En el mercado de pulgas el ojo se inunda de tiliches, de paisajes amarrados en toldos de castrados malabarismos; y no es para menos: perdimos el lenguaje de la transparencia, la mesa, el mirlo que nos daba el poema en las mañanas; perdimos ojos en la sudoración del muérdago, al punto de volvernos agua oscura, escritura de mortajas. Y, claro, el presente es inminente para las noticias macabras, asistimos al sepelio de nuestros propios sueños, dejó de existir la altura del nido. (¿Hasta qué número de página nos acompañará el deseo, después de perdernos en el bajorrelieve de las sombrillas del muslo amordazado? ¿Quién nos sostiene en el delirio de los panes ansiados, si la lengua se ha vuelto paradoja perversa? Ahora el oficio nuestro es de mera sobrevivencia: suenan los relojes rancios de herrumbre, los mismos alfileres como destinatarios del polen, el café sin azúcar en el relámpago de todos los días.) Un día sangró la desnudez a plenitud. Un día. Avanza la voz precedida de guijarros. Avanzan los pañuelos en la vorágine del asombro.

Barataria, 27.IV.2012

martes, 1 de mayo de 2012

LA POESÍA ES CUESTIÓN DE OFICIO


Así me lo dice el azogue de la soledad, la desnudez del instante que repta en el corcel
 del ombligo, con los crisantemos a quemarropa del alma.
Imagen tomada de Miswallpapers.net





LA POESÍA ES CUESTIÓN DE OFICIO



…ebria persecución, claridad sola
CLAUDIO RODRÍGUEZ




Sucede que más allá del ojo inquisidor y los paracaídas del pálpito y el cuerpo pegajoso en su encallamiento y la jungla de luces y alfileres y la espesura de la desmesura en la vértebra de la espuma y el bramido de la serpiente y el sueño interrumpido por los zancudos y el Poeta en Nueva York de Lorca y la Tortuga ecuestre de César Moro y los comedores irisados de cuchillos y la herida del hambre sobre la mesa vacía y el árbol de la vida que también es árbol de la muerte y el paraguas roto del pararrayos y los antisépticos y anticonceptivos de la conjugación y los siglos insepultos de Darío y el diorama de los ojos clavados en el vitral de la saliva y las ciudades a coro del bestiario y la calle corporal de la sábana, mustia de zaguanes, ghetto de los relojes del arrobamiento y la orfandad generalizada como una ráfaga y los pálidos paisajes del rastro y la sinécdoque del buzo ciego en la claridad que languidece de párpados y los celajes del mar desde la mostaza y los amantes crecientes, deshaciéndose en el ascua salvaje de las viscosidades, la poesía es cuestión de oficio. Así me lo dice el azogue de la soledad, la desnudez del instante que repta en el corcel del ombligo, con los crisantemos a quemarropa del alma. Así me dice el maestro Juárroz, “al traspié de lo inmóvil”. Así me dice Claudio Rodríguez, “Oh, claridad sedienta de una forma,/ de una materia para deslumbrarla/ quemándose a sí misma al cumplir su obra.”

Barataria, 23.IV.2012