Pintura: Pablo Picasso_Three musicians
El gozo
Uno se nutre de relámpagos delirantes.
La plenitud desecha todo crepúsculo.
La tierra atesora los pájaros.
El tiempo baila con los brazos abiertos.
La desnudez de la mujer de uno embriaga:
El universo derrama luces corpóreas.
Uno se rinde con el tacto de los labios.
El sabor tiene la longitud de la lengua:
El sigilo de una ola espesa,
Y la luna azucarada de una anona;
También la fosforescencia de los luceros.
La luz anticipa cualquier caída; los pájaros
Del alma están prestos para la fogata:
Velar la tibieza de los ríos del aliento.
Uno teje jazmines espesos y gaviotas,
Cuando ha traspasado todas las mañanas,
Cuando el concierto de los acantilados
No nos asfixia y las nubes se levantan como olas.
Uno siente el gozo cuando los ojos
Suben al cierzo y la materia se ilumina,
Con la vieja madera de las quemaduras.
Uno vive la llaga del gozo,
Cuando el himno de las alas es armonía,
Cuando los sueños tienen la certidumbre del asombro,
Cuando el nido de la casa no tiene puertas,
Y la lluvia nos cae con hojas de ángeles.
El gozo
Uno se nutre de relámpagos delirantes.
La plenitud desecha todo crepúsculo.
La tierra atesora los pájaros.
El tiempo baila con los brazos abiertos.
La desnudez de la mujer de uno embriaga:
El universo derrama luces corpóreas.
Uno se rinde con el tacto de los labios.
El sabor tiene la longitud de la lengua:
El sigilo de una ola espesa,
Y la luna azucarada de una anona;
También la fosforescencia de los luceros.
La luz anticipa cualquier caída; los pájaros
Del alma están prestos para la fogata:
Velar la tibieza de los ríos del aliento.
Uno teje jazmines espesos y gaviotas,
Cuando ha traspasado todas las mañanas,
Cuando el concierto de los acantilados
No nos asfixia y las nubes se levantan como olas.
Uno siente el gozo cuando los ojos
Suben al cierzo y la materia se ilumina,
Con la vieja madera de las quemaduras.
Uno vive la llaga del gozo,
Cuando el himno de las alas es armonía,
Cuando los sueños tienen la certidumbre del asombro,
Cuando el nido de la casa no tiene puertas,
Y la lluvia nos cae con hojas de ángeles.
Isla Santa María, marzo de 2004.
Del libro: Pasión Cifrada, El Salvador, 2004
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