©Pintura de Marcelle Loubchansky
ANDO A PIE
CON UN BASTÓN DE MOSCAS
Por ellos va mi corazón a
pie.
CÉSAR VALLEJO
Ando a pie y a solas desde mi bautismo, entre moscas
ardorosas
que devoran los sueños y andenes que depredan,
y aserraderos descomunales de camisas: ningún milagro aquí,
allá en la respiración de orquídeas deshabitadas.
Ni una pared limpia, ni bocas que desnuden sus labios,
ni rosas que latan en las rosas del aire,
sólo un remiendo largo que aprieta la piel hasta mojarla
de sangre.
Ando sobre las escorias, a veces ocultas de las
jaulas.
Alrededor las moscas reencontrándose conmigo.
Y es duro y horrendo cada imposible; y es triste ser
humano
y ser transparente, hermano del dolor constante que oscurece.
Ignoro hacia dónde va la brisa, ni quien derriba las
montañas
cuando caigo ciego. Crujen como el mar, los brazos.
El futuro nadie lo sabe cuando se afinca en la tierra
lo informe.
Nadie sabe el final de lo apenas entrevisto,
«"El país del maná" tiene un millón de personas en
hambre y "el país
de la libertad" es ese en el que uno de cada 165 habitantes
está preso
y en el que a miles de personas inocentes les fabricaron perfil
de pandilleras para saciar la gula de presos de la propaganda» …
aunque el corazón que va a pie sospecha de los caminos
residuales
y los detergentes para limpiar esta tierra nuestra.
Hoy en día hay tantas semánticas en las suciedades
sepulcrales
de la boca que uno ya no entiende los domingos
ni las extravagancias que fluctúan en la danza de las
prisiones.
Ando a pie, y así, deshecho, cruzo la calle: es lo
único perdurable
que tengo. Morirá la luz quemándonos, mientras
persista la garra.
Del libro: «Mesón Vallejo», 2020
© André Cruchaga
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