domingo, 21 de agosto de 2022

EXTENSO PARPADEO

 

Obra pictórica de Joan Miró


EXTENSO PARPADEO

 

 

Hacia los agujeros que se forman en la soga, el vasto parpadeo

de los féretros, los pensamientos agregados al crepúsculo,

la sombra monótona e impasible de los cuerpos: el confín aprisiona

los ojos junto al agua de sal que presiden los suspiros.

Me zambullo en la almohada rutilante de trenes.

Siempre es terrible divagar en el cuchicheo de algún pétalo

extinguido; alguien, de seguro, conserva todavía algún respiradero

para los olvidos. Algún té para mitigar el cansancio.

Alrededor de esos vastos golpes, cabecean los sepultureros

del silencio, mientras la niebla garabatea algún panegírico.

Son vastas las muertes colgadas en el aliento. Uno lleva en cierta

forma, pedacitos de tumbas en el costado,

noches de relámpagos desmoronándose, rasguños de algún infierno

húmedo, o simplemente abolladuras en los espejos.

Crujen las tarjetas postales en su remolcada caligrafía.

Descienden, se desclavan los paraguas solemnes del tiempo:

una puerta rechina y agiganta mis laberintos, las solas palabras

con llaves. De vuelta a la página, el litoral remoto de pájaros,

las calles abiertas al paladar, los gritos gigantes de las ventanas.

Una esquirla en los ojos juega a ser puñal.

—Espero aquí, el sermón vertical de los pedernales.

Siempre espero como un cirio la limosna que nos da una ración

de eternidad, en esta luna de amordazados nombres.

Entre el ruido de un hueso y otro, la hojarasca de los fuegos inaudibles.

Allí, cerca del suelo, la piel y su ahuecado sombrero,

los baldíos de la noche.

Nunca hay certeza para saber cuánto crece la sed.

.

Del libro: «Mi memoria se ha cansado de llover y esperarte», 2022

©André Cruchaga


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