ACTOS SONÁMBULOS
Quiero
marcharme en la cuerda floja que cuelga del sombrero del olvido:
pronto
el cuerpo se balancea junto al moho, algunos minutos
tienen
variantes en la respiración del musgo que cambia a libélula,
el
vómito estirando las palabras del sexo en el desierto.
En
las profundidades del sentimiento nacional, es traición a la patria
pensar
diferente, aun cuando haya conciencia de la embriaguez
por
el amaño. En el manuscrito de la arcilla caben los absurdos.
(En cuanto a la búsqueda de la verdad, se
ha hecho dogma el insulto);
de
hecho, es la práctica más inteligente que conozco.
A
veces son más frías las vestiduras que el deshielo. Por cierto,
en
el acuario, solo he visto bocas sepultadas subidas de tono.
No
hay un árbol que sostenga el balanceo del vuelo de estos días,
ni
siquiera esponja para mitigar cada golpe del torrente en la boca,
ni
un anaquel para guardar el despojo de las fauces de las calles.
Uno
aprende, de pronto, a amar la acidez de los cementerios.
Uno
aprende a ver las desproporciones del ojo en el mástil de huesos
de
los veleros del suplicios de cada día. En el riesgo de caminar
entre
melenas grises, entre transeúntes de azogue y niebla.
Pese
al candor de alas del infinito, es incierto el claror de las cortinas.
San
Francisco, California, 2013
Del libro: Primavera de arcilla
©André Cruchaga
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