© Pintura de Willem de Kooning
NADA AQUÍ ES DIFERENTE A LA NIEBLA
hay que haber conocido el
miedo y el valor,
haber visto una mano que
agita una linterna…
Raúl González Tuñón
Hay que morder, sin miedo, las hogueras deshabitadas del hambre,
la luna rehén en los pedazos de sueño, el
tiempo repentino que presagia
aguas torvas como el paraíso prometido.
Nada más digno que un candil agitado por las
manos de porvenir.
En el calendario del mañana, un invierno con
temblor de abismo,
un lecho, una mesa vacía ensimismada en el
pecho.
En la caverna de sombras del desierto, la
herida rota, tendida,
como un pañuelo cercenado por la salmuera que
nos deja el tiempo.
Cuando por fin vemos la luz, solo hay
coágulos de historia
y prontuarios de ceniza, y ecos de una
turbiedad de aullidos.
Ante tantos recuerdos y verdugos, también la
verdad de los cementerios,
los ascos de la calle que nos miran y
magnifican de por vida;
siempre hay una sensación de ir gritando
todos los miedos,
el futuro de huesos en las quemaduras del
presente.
En algún sitio de la tierra, cierro los ojos
y avanzo con mis pústulas.
Nada aquí es diferente a los quejidos de la
niebla y a la rudeza del tile.
Del libro: Fuego de
llaves invisibles, 2021
©André Cruchaga
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