MIMETISMOS
Como en los mimetismos imaginarios, el
almidón disuelto de excesos
en el cuerpo de la salamandra de los
abismos enloquecidos.
La desnudez alada tortura los ojos, el
pulso pulmonar del aliento,
los helechos de pánico que evaporan la
lengua de la contienda,
la carnalidad del jardín tembloroso en el
territorio ebrio del galope.
De rodillas nos confundimos con los
balcones de espuma que nos deja
el litoral de piel y voraz de las cobijas
alucinadas de los brazos.
El aroma guarda el sonido de los peces sin
ningún agotamiento.
Al lado de nosotros, la fruición del polen
en la garganta,
y la hechicería del follaje de las
entrepiernas, el hambre de la fauna;
a veces, la noche cautiva en el desorden
desplumado.
La lengua guarda la misericordia del
herbazal de la primavera mística
del soplo: uno y otro pestañea en el sueño
embrutecido del degüello,
a la orilla donde los espejos cínicamente
develan el trasiego.
En el caballo de la noche, se aviva el
galope celestial de lo lúbrico,
el desorden amoroso de los aletazos, los
conjuros seminales de la fábula,
el idioma desasido del equilibrio, la
sombra frutal que nos desborda.
Todo lo convulso hierve como un albedrío
de ávida tormenta.
Barataria, 2014
Del libro: Primavera de arcilla
©André Cruchaga
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