©Pintura de Jackson-Pollock
ANTE EL
TERROR, LOS SUEÑOS
¿Cómo ocultar la
fetidez, sino a través de diversos dispositivos,
entre ellos, las
máscaras y la destrucción a la que hemos sido sometidos?
—La rigidez del
balcón negro donde juegan los niños del futuro,
los certificados de nacimiento en lo
irrespirable.
Dimos al traste
los cuentos de hadas y todas aquellas fechas memorables:
¿Es posible
mezclar el granito con los pájaros, el beneficio de la duda
con las verdades
acabadas? (Me temo que las ilusiones
dejaron de ser
implacables
y que en vez de tortilla le apostamos a la Bolsa de valores,
y
a ese fluir animoso de lo huraño y las falacias.)
Desde la torre de
Babel, golpea la escupida del incesto, (toda
la clientela
se
ha agolpado ante al gran viento mesiánico del terror);
en las esquinas
del mundo de los tergiversadores de la memoria,
los animismos
patriarcales y hasta el trasiego de la historia.
Ese florido humo
que espiral se roba el júbilo y la soberanía.
Entre gritos y
vallas publicitarias oscurecen babeados los ojos.
El polvo es un
azor cuya edad pulsa las oscuridades de la boca.
—Mira
cómo las uñas se han vuelto instrumentos criminales,
o esfínteres incandescentes
del terror. O perversiones de la bruma.
Todo resulta
abominable, en una tierra a la que se niega el poder del sueño:
caminar no en
funerales, sino en la reinvención de un beso o un abrazo.
San Francisco,
California, 2013
Del libro: Primavera de arcilla
©André Cruchaga
No hay comentarios:
Publicar un comentario