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NOCHE HONDA
El pus del tiempo bulle
hasta en los manuales de urbanidad.
De los jardines solo el
rastrojo de los aullidos, después la losa
fría y la ropa a la deriva
de los dientes.
—¿En
qué piel o pecho la tierra no se seca,
ni huye de los párpados?
Es honda la noche y apenas
avanzan sus escamas. Es distante
el minuto del sueño, la rosa
fundida en la sangre.
En un mundo de mendicidad,
dejan de escucharse los gritos.
Allá, apenas llega el tropel
de la tormenta, salvo que sea ficticia.
Del libro: Precariedades, 2020
©André Cruchaga
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