miércoles, 24 de octubre de 2018

SÓLO UN PASAJERO

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SÓLO UN PASAJERO




Para mi asombro, los paisajes aburridos del cielo. “Así es la vida, tal como es la vida”, dice César Vallejo. La vida adentro de una jaula susurrándonos al oído, la vida con su ortografía de página en blanco, o en desorden como las mercancías en las calles, o como las calles en concordancia con la mercancía. Es casi seguro que la vida prometida no existe, y a ratos resultan incómodas las almas tristes de las calles, el césped alrededor de las pilas bautismales, la gota de sangre en el ojal de las costurerías, los tropiezos encanecidos de la carne, las vitrinas asmáticas de los montepíos, ese mundo del prójimo con deseos ahorcados, el sol degollado en el último aullido del perro doméstico.

—“…voces humanas nos despiertan, y nos ahogamos.”, según Eliot. En la travesía de la carne, la vida es sólo pensamiento. Todo infierno tiene su propio huerto: juego alrededor de su filo, entre los absolutos y lo desvanescente; entro al muelle y desciendo hasta el último vilano. Así advierto que sólo soy un pasajero más en ese mar de tus brazos. La oscuridad, es mi única certidumbre.

(Supongo que en la carcajada de lo trágico, resucita la gramática; juego a las palabras, en medio de  rieles entumecidos. Sangra la demasía de mi sombra como un semoviviente en el matadero.)

Del libro: “Antípodas del espejo”, 2018
©André Cruchaga
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