lunes, 15 de octubre de 2018

DECLIVE DE LOS ESPEJOS

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DECLIVE DE LOS ESPEJOS




Deshecho el tejado, bajan las goteras hasta el alma: las ropas húmedas fermentan cada uno de los huesos que conozco, cada una de las razones que desencadenan la lluvia. Entre múltiples sarcófagos, los pies hundidos en las ojeras de la tierra, la piedra de bruces sobre la boca, la levadura que huye de mi sombra. (Tiemblan, sin embargo, tus senos en la altura de la primavera, en la impaciencia de cada rostro efímero. Al ras del suelo la carroña de las poluciones, la ofrenda de ceniza en los pavimentos, el ombligo anticipado del surco final.)

He visto el dolor desnudo de los peces tropezando con el gemido de las heridas que nunca olvidan los bisturís. He visto la sombra de los perros que muerden el vacío.

En la desventura de la pupila enrollada en salmuera, el guijarro inmóvil, como un rebaño de tropeles ciegos, sin rumbo y sentido tal las banderas desolladas por la intemperie.

Todo se desvanece en la sangre del silencio: en la anatomía de los alacranes, la historia podrida con su lascivo aroma de ajetreo en celo. Ante cada mordisco, la piel desmoronada y su asfixia.


Del libro: “Antípodas del espejo”, 2018
©André Cruchaga

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