Imagen cogida de la red
ÁMBITO DEL NÁUFRAGO
Después de todo hemos naufragado,
sin antes haber llegado a nuestro destino.
Se apolillan todos los eucaliptus
y madrecacaos, la piel con sus recuerdos
inútiles, —vos golpeando la tasa
de café con el filo del cuchillo, o mordiendo
la orilla de las cucharas como un
rumor sobre las piedras donde se erigen
los pulgares de algunas semanas.
En los jardines de la utopía, los
canillitas al vapor del tráfico, metiendo
las uñas en el asfalto, hasta el
grito sutil de los titulares de primera plana.
Vivimos aquí socavados y entre
clavos oxidados. (Todo, sin afeites,
parece petrificado;
los pájaros se pudren en la despensa de las sienes. A diario, solamente los colmillos
y las
rodillas, el catálogo un poco oscuro de los sueños.
Todo se nos viene en lentas marejadas: el tiempo y su feroz
adulterio,
el oscuro canto de un país insaciable. La abnegación por el crimen
y su movilidad
hacia puertas y ventanas. Hay focos muertos y panes sofocantes.
Toda nuestra memoria filial ha sido desintegrada; nos bañamos en
un guacal
de nitroglicerina sin que podamos enterrar de una vez las
disputas.)
Aunque nos aislemos con nuestro
propio dolor, nos llega el rumor del polvo
y las colillas, el candil huraño,
lejanísimo en la niebla.
—Aunque algunos espulguen las
confituras del anfiteatro, y deduzcan
que es mero patetismo, los invito
a conocer el menú de esta gran noche,
y a zambullirse en las aspas
despiadadas del basalto de estas realidades.
Amén, diría, después de acomodar
la boca de inclemencias de mi País.
Barataria, 26.XI.2015
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