Imagen cogida de la red
TIEMPO
Todos somos culpables de la
ebriedad suicida del tiempo. La banca vacía
del absoluto como una tumba, los
nudos derramados sobre la madera.
Todos los días de la sed han
muerto en el cuerpo: los nombres, las palabras,
el lenguaje, los anillos
irreparables del aliento.
¿En qué vigilia sangra el
infierno? ¿En qué lápida quedaron escritos
los ardimientos, la cosecha que
creció como un ídolo?
(Todo es sórdido en la hojarasca desparramada de las tardes
indecisas.)
Ya el horizonte es memoria y
fatiga el umbral que se abre frente a los vidrios
del futuro: ahora se precipitan
los inviernos y atraviesan la piel gastada
de las sombras, —entonces, sólo
entonces, me doy cuenta que el tiempo
es distancia: cava en los ojos el
martillo del calendario.
Barataria, 27.VI.2014
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