viernes, 22 de octubre de 2010

EN EL DINTEL, VENTANA ABIERTA

Aquí nacen las ropas de mi pensamiento. Quizá también
Los pensamientos rotos, el sueño hundido en la madera.
En cada centímetro de calle, el mal nos orilla: el tiempo
De las moscas y la rabia lunar de la atmósfera, y el mismo misil
Ebrio de la noche y la misma ventana caótica que no sale a la luz.
Imágenes en Blanco y Negro





EN EL DINTEL, VENTANA ABIERTA




El mal desborda y sus cadenas rompe
y se torna en alud: ¡alud de cieno!
Matar la esperanza es un gran crimen…
FRANCISCO GAVIDIA




Aquí nacen las ropas de mi pensamiento. Quizá también
Los pensamientos rotos, el sueño hundido en la madera.
En cada centímetro de calle, el mal nos orilla: el tiempo
De las moscas y la rabia lunar de la atmósfera, y el mismo misil
Ebrio de la noche y la misma ventana caótica que no sale a la luz.
El temor aprieta con sus ácidos limones. Cadenas de fuego lanzadas
Al vacío, alambradas de miedo en el salero,
Túneles de resistentes clavos, vinagre como fervorosos huesos.
Aquí el matapalo inclemente en el rostro, mordidas las estatuas
En el quirófano, espejos violentos, palabras de reseca grama.
En la chimenea del tabaco se ven ángeles inefables: son esos
Fantasmas que el sueño avizora, la tierra con pinzas jadeantes.
—¿De qué materia estamos hechos que el cáncer nos amedrenta,
Nos mete en las cavidades del tarot,
Muerde las líneas de los sentidos, rompe la puerta de las sienes,
Abre el sordo puerto de las lápidas?
El filo que nos viene nos corta de tajo la Esperanza:
En los huecos no verbales, no se funden los infinitivos,
Ni los gerundios, ni los participios,
Ni la yerba pesa todo el ámbito del crepúsculo, esa cruz embebida
Entre las multitudes. Allí en el alud del ascua, el cielo irreversible
De la medianoche, la sensación alterada de la voz,
La hora del frío al golpe del cuchillo.
¿Nos sirve, acaso, esta forma errátil de los trastos sucios
En un fregadero de heces para salir indivisibles del cuerpo?
(El mal nos arremetió con su lengua de cobre. Un golpe tras otro,
Clavó su mirada en nuestro tiempo: estamos húmedos en el equilibro;
Aunque despacio, la tierra no es firme para el abrazo.
Nuestra historia tiene heridas: —¿habremos de lamerlas siempre
En la oquedad de la fe de todos los días,
En este lento cierzo de la noche, cuando apenas veo tu sombra
De incienso, cuando has entrado a otra forma que no es la mía?)

—Se nos muere la batalla. Sangran las pulgadas de alas.
¿Vive la ceniza en la luz que se nos escapa?
Un día vos y yo veremos el viento en las banderas. Y no sé si sea
Tarde o temprano. No sé si respondas a lo que todavía respira.
No sé si hundirnos en la noche sea avanzar hacia el olvido,
—Harapo lo que toco en el cuenco de mis manos.
Horizonte corporal en mis pupilas. Césped dejado a su sino.
En el dintel, hacia la imagen de ti misma, el lenguaje de la noche
Es uno solo: oscuro cuerpo con mi nombre pronunciado. Oscuro
Crimen, desdeñar, la veta que nos muerde…
El río que fluye y nos desangra, la lluvia que nos clava sus caballos.

Barataria, 20.X.2010

2 comentarios:

Marina Centeno dijo...

"—¿De qué materia estamos hechos que el cáncer nos amedrenta"



Es la intemperie de la soledad
la que aprisiona
y conduce a la fiera a sus adentros
en esta sumisión de los instintos

Eres la tibieza del color
sobre la espalda
cuando el amarillo profundiza en la´crisálida que nos surge
a cada embestida de sol


Y se ahogan los nombres
en la garganta
cuando balbucea un adiós
en la ventana...

Marina Centeno

André Cruchaga dijo...

Gracias, Marina, por tu bien sentido comentario poema.
Somos, sí, esa ventana abierta,
no fúnebre, no,
mas bien quedada siempre
en los fuegos tutelares de todos los tiempos.
El alma, así, recorre todas
las ausencias;
--la transparencia de la noche,
el camino que siempre hay que andar
en el arcoiris interminable del eco.
En los corredores de la herida,
tambiém hay ventanas
y días que esperan
como lo hace el ojo en la batalla.

Un abrazo,

André Cruchaga