De mis párpados. Aguas entumecidas en mis uñas. Limos de insomnes
Gargantas como caballos encendidos.
De pronto la lluvia despunta con su vieja flauta líquida:
—En la lengua afilan los insectos sus cuchillos, la brea opulenta
De los pinos, esta hoguera milenaria de mi boca.
Imágenes en BLANCO Y NEGRO
CUEVA INSOMNE, LA NOCHE EN LAS MANOS
…entrambos nos quedamos silenciosos
como heridos de un mismo pensamiento.
RAMÓN DE CAMPOAMOR
Congelado el vacío en mis manos, la noche se propaga en la cueva
De mis párpados. Aguas entumecidas en mis uñas. Limos de insomnes
Gargantas como caballos encendidos.
De pronto la lluvia despunta con su vieja flauta líquida:
—En la lengua afilan los insectos sus cuchillos, la brea opulenta
De los pinos, esta hoguera milenaria de mi boca.
Descubro, al caminar, el designio del paraguas, la antorcha del cardo,
Los guiños oblicuos de la cizaña.
Descubro los artificios extraños de los alfileres.
El hilo enredado de los colores en mis manos de sal.
Los barcos que el viento trasladó al sollozo.
Esa sonaja de bregar en los sueños, como una brasa avivada
Por la salmuera, como todos los silencios enhebrados en los pájaros.
—(Debo pensar que hiciste noche de los días del ocelote y la mazorca;
Te bebiste los artificios del guarumo,
La sagrada blancura de mi serpiente, la arcilla benigna del calendario)
Todas las promesas fueron impotentes al escorpión,
Al hechizo de la luz.
Pero qué importa, a fin de cuentas, perforar la tormenta con el granizo,
Seducir los peces muertos de los fósforos,
Deambular por las calles estrellas de la salmuera,
Quemar las máscaras en los solsticios, crucificar el féretro de la ceniza
Trepanar el roquedal del silencio,
El paisaje hueco del alma,
Los días domingos pintados en el cuaderno de espejos titubeantes.
El tacto no reconoce ya los espacios del sueño.
La duda ha dilatado los labios. Partimos hacia la espuma.
La luz cada vez es un espacio vencido en medio de esta cueva insomne:
—Buscar el cuerpo, un rostro, en la profundidad del sollozo,
En el coral retorcido de los ojos, mar siniestro, sin campanas.
Deambulamos dentro de la campana sorda de los moscardones.
Deshojamos el rictus, el agudo vitral de la gleba,
La túnica del ansia,
El caballo del relámpago,
La niebla encarcelada en el ciprés de la memoria.
La noche en nuestras manos es un granero de ceniza: Un olvido
Con sangre a la deriva. Un túnel infinito donde se beben todos los grises
Que las manos acarician.
(—¿Qué lezna nos hace supurar todas las sombras de la herida,
La lágrima oscura de la bruma, la tormenta hundida en el suelo?)
Con todo, debemos dibujar, alas y sembrar madrugadas.
Con todo, no podemos ocultar los recuerdos, ni borrar del olvido
La alegría del azúcar, el celaje de la canela,
Y el litoral donde serpentean las postales…
Barataria, 02.X.2010
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